La Opinión de A Coruña

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Carlos Miranda

La pelota no se mancha

Carlos Miranda

Martín Ochoa y el valor de atreverse en el Deportivo

Martín Ochoa Carlos Pardellas

Hay oportunidades que se ganan por insistencia, por condiciones, y otras que llegan por accidentes. Pero siempre hay alguien que tiene que dar el paso, ponerle la camiseta a ese joven con el que tiene algunas dudas y otras tantas esperanzas. E Idiakez hace un par de días no se atrevió con Martín Ochoa. No lo debió ver preparado, pensó que el otro plan de partido funcionaría mejor o que lo tenía más trabajado. Nada cambia: fue conservador. Un día antes le había soltado perlas al oído al canterano con aquello del “brillo” que le veía en los ojos en cada entrenamiento, pero a la hora de la verdad no pidió otra carta, a pesar de rozar ya el 21. Su mano fue apostar por jugadores con peso, aunque jugasen fuera de sitio. ¿En Primera RFEF, en el Dépor y en Riazor no hay margen para el riesgo?

Y pocas veces lo iba a tener tan sencillo. Era un camino despejado en el que no se adivinaba el horizonte. La grada está deseando ver a jugadores de Abegondo. Siempre habrá algún grito suelto de reprobación, pero en general Riazor iba a ser comprensivo. Hay un caldo de cultivo diferente en los últimos años. El cambio es evidente. Será porque se han rejuvenecido los fondos o porque el deportivismo está harto de ver medianías, de presenciar el paso de jugadores que no dejan ni la más mínima huella. La realidad es que hay mucha más receptividad a lo que se mima en la base. Y es que encima ganan y compiten con los mejores en sus categorías y muchos se han quedado en A Coruña siendo niños, cuando seguro que no han parado de llamarles filiales de Primera o Segunda. Además, las experiencias con Yeremay y Mella no han podido ir mejor. Con ellos sí se atrevieron Rubén de la Barrera y el propio Imanol Idiakez esta temporada. Con Martín Ochoa le costó dar el paso al técnico vasco.

Con Mella se ‘lanzó’ y con él no. El equipo pedía a gritos un ariete y pocas veces va a encontrar un Riazor tan receptivo

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Y eso que el Dépor ante el Cornellà pedía a gritos un futbolista como él. Un delantero. Sus últimos minutos sobre el césped fueron una música diferente para un equipo bastante monocorde, sin bandas ni percusión. Un embudo. Parecía a veces que los jugadores se estorbaban. Es un mal subyacente que se intuye en el equipo casi desde el principio, aunque el desequilibrio de un futbolista como Yeremay tapaba muchas de esas carencias. La lesión de Barbero lo ha agravado. Ahora vuelve Lucas y el 9 será suyo. Sus cualidades son inmensas, pero otras. Jugará de 10 porque el cuerpo se lo pide y el equipo se quedará sin presencia en el área, sin un delantero que se pelee con los centrales, que tire desmarques, que genere preocupaciones yendo al espacio. No había mejor partido que ante el Cornellà para probar a un Martín Ochoa que podía ejercer esa labor que, por momentos, hizo la temporada pasada Max Svensson y que tan bien le sentaba al equipo. Pasan los cursos y los entrenadores y algunos males permanecen. El riojano tiró desmarques, le buscó las cosquillas al central zurdo de la línea de cinco del Cornellà. Labor oscura, también tremendamente terapéutica para el equipo. La duda sigue en el aire, el problema a resolver no ha desaparecido, aunque vuelva Lucas. Quizás en algún momento cercano, Idiakez tenga una nueva oportunidad para atreverse con Martín Ochoa. Este verano también fue de segundas oportunidades para David Mella.

Las dos últimas semanas han sido reveladoras para el Dépor. Y no para decirle nada bueno. Es evidente que el equipo tiene una solidez y un empaque no han desaparecido, un presagio siempre excelente al construir un equipo. Otro de los mensajes es que Yeremay Hernández es imprescindible en este Deportivo. Su nivel de las primeras semanas era excelso, inigualable en la categoría. Lo que no sabía el equipo coruñés es que su ausencia iba a dejar aún más impacto porque no hay otro como él en esta plantilla. Saca tres metros de distancia al defensor solo con arrancar, se desmarca en profundidad, sabe salir por los dos perfiles. Una pesadilla, una bendición. A día de hoy, el Dépor lo echa más de menos a él que a Lucas Pérez. ¿Quién lo iba a decir hace algunos meses?

Regresa Lucas con su talento, sus virtudes y sus goles, pero parte del problema en ataque seguirá subyacente

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Una extraña calma

Es curioso y a la vez sintomático que el Dépor le haya metido una inyección de valeriana a todo su entorno en un verano tan convulso. La calma siempre es relativa y tiene fecha caducidad en un club con la exigencia del coruñés en Primera RFEF y cuando el liderato se encuentra a seis puntos. La planificación deportiva y la apuesta que se ha realizado con los fichajes y con la cantera parecen haber cerrado una tregua tácita. ¿Cuánto durará? Nunca se sabe, aunque aún da muestras de fortaleza. El deportivismo, un tanto estoico, también está harto de correr y dar bandazos. No es conformista, ni mucho menos. Aun así, cambiar por cambiar, mirar todo con desconfianza, tampoco le ha reportado nada en los últimos tiempos. El crédito sigue ahí, a pesar de todo y a pesar de que el Nàstic casi le doble en puntuación. Eso sí, toca ser exigentes y no autocomplacientes, y empezar a poner remedio a los males que son claros y evidentes. Sería triste, ya no solo no ascender o que el equipo vague por la categoría, sino más bien destruir lo que se ha levantado después de unos meses en los que solo parecía haber cenizas en la plaza de Pontevedra y en Riazor.

El Deportivo está a seis puntos del líder y aun así hay calma en torno al equipo. Es tan curioso como sintomático

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