El gol de Davo y una celebración catártica

Más de uno tuvo que mirar dos veces a la portería a ver si había entrado de verdad. Habían sido tantas... Pero esta vez, sí. Tocaba celebrar, sobre todo era el momento de liberar. Dentro de su tremenda humanidad, el Dépor perseveró y perseveró hasta que encontrar oro. Esa veta que siempre le regateaba ahora estaba ante sus ojos. La red temblaba, acababa de ganar justo cuando se encontraba en ese punto de no retorno. Davo corría a la banda. Salva Sevilla esprintaba por el campo como si acabase de ganar la Copa de Europa hasta encontrar los brazos de Villares. Pablo Vázquez se tumbaba en el suelo. Hay momentos catárticos que son liberadores, pero sobre todo reveladores. Los jugadores del Dépor llevaban el mundo a sus espaldas y necesitaban ganar, claro, pero sobre todo hacerlo de esta manera. Soltar todos los males. El trabajo va más allá de lo futbolístico.

Era el minuto 93 y los abrazos y las risas se extendían al banquillo. Idiakez se fundió en un abrazo con su gente. Era el primero que sabía que acababa de salvar la cabeza. Fue su cara un poema durante muchos minutos del partido. El Dépor arrancó enseñando la pata, pronto se diluyó, se la pisaron y encajó el primero. Hubo un cuarto de hora en el que era un barco hacia las rocas hasta que le rescató Villares. Las bondades futbolísticas del vilalbés para este equipo son infinitas, pero sobre todo es el alma de un Deportivo encogido por la presión y la responsabilidad. Hasta el 1-2 el Dépor solo había realizado un cambio con una lista de 23. Habría mucho que hablar, pero es el momento de que el Dépor y el deportivismo se suelten. El gol hasta tuvo el guiño de que se lo inventaron dos jugadores malditos esta temporada. La estrella que no encuentra puerta y el gran fichaje al que se le tuerce todo. Ellos fabricaron el tanto de Davo. Ojalá se acabe ganando un hueco en la historia del Dépor, pero antes hay que mejorar una barbaridad como equipo. Al menos, al Dépor le han encontrado el pulso.