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Opinión | Shikamoo, construir en positivo

¡Feliz 2024!

Buen día, amigos y amigas. Lo que les vengo a decir en esta última columna del año 2023 no es baladí. No es un mensaje banal, aunque muchas veces se pronuncie de una forma un tanto repetitiva y automática. Es algo que costará mantener cada día, de una forma activa e implicada, y a veces costosa en términos de renuncias u opciones que impliquen una toma de posición. Es una meta en sí misma, pero no finalística o teleológica en el sentido aristotélico, sino como parte del camino personal e intransferible de cada uno de nosotros o nosotras. Lo que les quiero decir hoy, de corazón y sinceramente, es: ¡Feliz 2024!. Que cada uno de los segundos y minutos del nuevo año sean oro puro para todos ustedes, y que en los mismos sean capaces de exprimir la esencia de lo que les fascina del hecho de estar vivos. Ojalá que 2024 sea un tiempo que nos colme de satisfacción individual y colectiva. Y que la maraña de redes de proyectos comunes que tenemos vivos entre todos los seres humanos se vean alimentados y reforzados. Sí, ¡Feliz 2024!

Pero, como les decía, esto no es nunca fácil, y seguramente el resultado se verá matizado y hasta aminorado por el desgaste que supone el día a día. Y es que vivir, en sí, es el mayor factor de riesgo para morir, con lo cual algunos de nosotros o nosotras quizá veamos en 2024 el fin de nuestros días. No me llamen ustedes gafe ni cenizo, por favor, porque lo único que expreso con tal aseveración es una realidad que es absolutamente sabida por todos los humanos que tienen uso de razón. O sea que, ya saben, ojalá discurran muchas anualidades más hasta el momento en que se verifique tal cosa para su persona concreta. Pero a alguno le tocará, oiga, sin que sepamos ahora a quién... Es ley de vida.

Salvada la contingencia o eventualidad de que nuestro pase a mejor vida se produzca en 2024, no quedamos tampoco exentos de otras complicaciones. Y es que, miren, cada día que vivimos es un cúmulo de oportunidades, pero también de riesgos. Y quién sabe qué puede venir, en un escenario un tanto convulso y donde todo está tan interconectado que, ya saben, en muchos ámbitos el vuelo de una mariposa en China puede provocar un cataclismo en Europa. Es el problema de las oscilaciones acopladas y la teoría del caos, de la que ya nos hemos hecho eco en estas líneas en más de una ocasión. Pero tanto en sentido literal —sistemas dinámicos no lineales, como por ejemplo los ligados a la meteorología— como en el figurado —geopolítica, por ejemplo—, todo está demasiado “liado”, de manera que es difícil predecir la evolución de muchos de los temas “calientes” de hoy sobre la faz del planeta... Estaremos vigilantes...

Nuestro mundo, en efecto, no pasa por un momento demasiado compatible con la felicidad. Hemos ido hablando en estos años de docenas de conflictos enquistados, de manera que Ucrania y Gaza son sólo la punta mediática de un iceberg mucho más florido y contundente, lacerante y dramático aún. Urge cordura, es preciso que determinados actores locales y globales presentes en tales crisis abandonen posiciones maximalistas, y se necesita mucha mesura y humanidad. Y de todo eso hay poco hoy, por lo que se ve, con el resultado de que muchos de nuestros y nuestras congéneres sufren lo indecible, asistiendo como convidados de piedra a masacres y a la laminación sistemática de cualquier cosa que se parezca a los derechos humanos. Malos tiempos para la lírica, sin duda. Y malos para soñar, sin paliativos...

En clave más doméstica, también pintan bastos en mil y un frentes. Y todo ello, sobre todo, a partir de la enorme polarización existente hoy en nuestra sociedad, que sin duda va a más. Es preciso invertir en concordia, amigos y amigas, y también en serenidad. Es importante que todos y todas comprendamos que seguramente nuestro proyecto ideal de sociedad no se podrá plasmar al cien por cien en ningún momento, lo cual será el coste de incorporar a más personas a una lógica de paz y sosiego, que hace tiempo que se ha perdido en este país, lo cual es aprovechado por opciones ultramontanas para generar más discurso de odio. Me preocupa la violencia que dimana de ello y de otros frentes, y aspiro a que 2024 sea un año más sereno y a que, consecuentemente, se alcancen mayores cotas de desarrollo de las personas y de mejora de nuestra sociedad.

De todo ello soy consciente cuando les regalo mi “Feliz 2024”. No se trata, únicamente, de un deseo vacío o de un lema sin nada más detrás. “Feliz 2024” expresa tal deseo neto de paz, armonía, serenidad y felicidad, pero siendo consciente que, detrás de todo ello, hay un camino que labrar día a día, codo con codo, entre sonrisas, camaradería, lágrimas y pérdidas. Es... la esencia misma de la vida, unida de forma indisoluble al latido de vida individual y al de toda una sociedad.

¡Feliz 2024! De corazón y con cariño, para todas y todos ustedes. ¡Feliz Año Nuevo! Feliz año de paz.

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