Opinión | Shikamoo, construir en positivo
De lo que nos une y lo que nos separa
¿Qué tal están, queridos y queridas? Seguimos remando en este mar incierto y sometido demasiado a menudo a episodios de fuerte marejada. Ya ven lo mal que está el mundo por ahí pero sean también ustedes conscientes de que, en esta época más que nunca mundializada, el hecho de que suenen los tambores de guerra nos afecta a todas y a todos, por muy lejos que parezca estar el foco de tales cuestiones. Al fin y al cabo, ahora todo está de alguna manera interconectado, empezando por los asuntos de índole económica, y por eso es bueno no perder la perspectiva de lo que acontece en el exterior. Por eso, claro, pero también por inexcusables razones de índole ética y moral: es grave asistir en silencio a la cada vez más cruda situación para miles y miles de civiles, como usted y como yo, que simplemente están en medio de un escenario de confrontación, y que a lo único que aspiran es a poder desarrollar sus vidas en paz... Vivir es posicionarse, y nobleza obliga...
Pero no sólo hay tela que cortar más allá de los confines de nuestro entorno cotidiano, sino que también podemos hacer mucho y bueno por mejorar las condiciones de vida de todas las personas en un rango de distancia mucho más corto. Y es que las situaciones de las personas con las que compartimos el día a día, y quizá las nuestras propias, pueden ser muy a menudo mejoradas de forma clara. Soy de los que piensan que en ese ejercicio de empatía, comprensión, apoyo y dedicación es en el que deberían basarse, por ejemplo, las ya demasiado habituales soflamas de corte patriótico, si es que están alguna vez justificadas. En eso, y no en una Historia muchas veces casi producto del azar o de veleidades de las personas del momento. Pero no, en la eterna diatriba partidista y partidaria en la que hunde sus raíces la dialéctica de los unos y los otros se pontifica sobre un supuesto relato, muchas veces inconcreto o directamente incierto, en el que se justifica todo tipo de posturas sobre los temas más diversos, en muchas ocasiones con conclusiones apresuradas, poco fundamentadas o directamente falaces. Y eso, amigos y amigas, me preocupa. ¿Y saben por qué? Porque nos daña y nos separa...
Miren, hacer patria es tener todos las mismas oportunidades. Poder vivir todos de nuestro esfuerzo, pero sabedores de que hay un respaldo y un sostén, y una forma razonable de administrar lo común. Hacer patria es luchar contra las desigualdades y ganar en justicia social. Es entender que remamos en el mismo barco, y no en una jungla económica y social donde muchos están dispuestos a hacer lo que sea con tal de obtener la mejor tajada. Creer en las reglas y cuidar al máximo que las mismas sean aplicadas de la forma más equilibrada y menos arbitraria posible. Eso es preparar el terreno para forjar algo que nos pertenezca a todas y a todos, mucho más allá de profundizar en marcas “sui generis” basadas en puras técnicas de mercadotecnia no demasiado elaboradas. Y es también avanzar en una mejor praxis democrática.
Hacer país es también converger en oportunidades, de alguna manera. Y eso parece harto difícil que lo tengamos después de ver estadísticas escalofriantes, como las que han vuelto a salir estos días a la palestra. Y es que la Agencia Tributaria ha publicado los datos actualizados correspondientes a la renta media de los municipios de más de mil habitantes. ¿Han visto ustedes el esperpento? ¿En qué remedo de país vivimos, sometido a tales diferencias, con tendencias que tienden a profundizar en tales brechas? ¿Cómo es posible que nos llamen a la unidad y a creer en nuestro buen hacer colectivo, cuando en un lugar la renta media supera los 85.000 euros por persona, después de un incremento del 7% desde los últimos números, cuando hay muchos otros ayuntamientos en la que la misma no llega a los 14.000? ¿De qué pantomima estamos hablando, cuando hay situaciones que se diferencian en un factor seis o más? ¿Creen ustedes que hay algo en común con semejante escalón socioeconómico? Y es que todo lo que se cuente de unidad es radicalmente falso si no está basado en aspectos como el de superar un cierto umbral de recursos y calidad de vida y, a partir de ahí, de posibilidades y oportunidades. Podemos montar el discurso que queramos pero... ¿de verdad se piensan ustedes que tiene algún fundamento? Yo no...
En fin, ya saben ustedes que la estadística hay que tomarla como lo que es, y no proyectar la misma al campo de los registros individuales, pero sí que es cierto que tales datos agregados deberían hacernos pensar. Y más si queremos aspirar a que, algún día, tal conglomerado de diferentes situaciones pueda dibujar algo parecido a un grupo humano más homogéneo, con intereses más comunes y orientado a la mejora colectiva... A un país de verdad...
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