Opinión

El problema de la natalidad en A Coruña

Transeúntes en la calle Real de A Coruña.

Transeúntes en la calle Real de A Coruña. / Carlos Pardellas

A Coruña, al igual que la gran mayoría de las ciudades gallegas y muchas del resto del país, se enfrenta a un reto demográfico crucial: el saldo vegetativo negativo. Esta situación, en la que el número de fallecimientos supera al de nacimientos, ha alcanzado en los últimos años sus cifras máximas. Desde el año 1975, cuando se comenzó con la recopilación de datos, nunca se había llegado a una situación como la de los tres últimos ejercicios, sellada en 2023 con 1.237 muertes más que alumbramientos. Año tras año se registra un descenso en el número de partos que se producen en la ciudad y si se analizan las estadísticas se descubre que en A Coruña hay tantas mujeres de más de 80 años como niñas de menos de 14.

Hay quien apunta a que este envejecimiento de la población es consecuencia de un cambio en los patrones sociales. Cuestiones como la precariedad laboral, la dificultad para acceder a una vivienda y la falta de medidas de conciliación real entre el trabajo y la vida familiar disuaden a muchas parejas jóvenes de tener hijos. A todo esto hay que sumarle el contexto cultural y económico que ha transformado las prioridades de las personas, postergando la maternidad y la paternidad. De hecho, en A Coruña, la franja de años con más madres es la que va de los 33 a los 37 años. Y la edad en la que más mujeres dieron a luz de forma exitosa fueron los 36.

Las administraciones llevan años intentando encontrar una fórmula que haga revertir esta situación Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, sus esfuerzos se han centrado en incentivar los nacimientos mediante la concesión de ayudas directas, sin que, en ningún momento, los responsables políticos se hayan decidido a abordar una solución integral a este problema.

Es evidente que tiene que haber políticas de apoyo a la familia, con incentivos claros y ayudas económicas directas, por ejemplo, por cada hijo, como ya existen ahora y que, además, estas subvenciones estén acompañadas de otras medidas, como la gratuidad de las guarderías públicas, que favorezcan la conciliación familiar. Aún así, hay que tener en cuenta que una de las barreras más significativas para los jóvenes de A Coruña a la hora de plantearse formar una familia es el acceso a la vivienda. La ciudad herculina se ha convertido en la más cara de Galicia hasta el punto de que la mayor parte de las viviendas están fuera del alcance de una persona con un sueldo medio que quiera hipotecarse con la cuota que la Xunta considera razonable.

El Gobierno gallego fija en algo más de 161.000 euros el “precio adquirible”, esto es, el que se puede permitir pagar un trabajador medio por una vivienda “para que no tenga que dedicar más de un tercio de su salario anual” al pago de una hipoteca que le financie el 80% del valor del piso. De las viviendas que están a la venta en el Concello coruñés apenas 217 estaban por debajo del umbral de los 160.000 euros, lo que supone que más del 80% de las casas disponibles en la ciudad quedan por encima del precio recomendado por la Xunta. Por otra parte, sería también preciso que se articularan medidas encaminadas a acabar con la precariedad laboral y que faciliten, al mismo tiempo, una rápida incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo en condiciones salariales dignas. Así, cerca del 40% de los jóvenes españoles tiene un nivel educativo superior a la cualificación necesaria para desempeñar su trabajo y cuando consiguen un puesto acorde a su preparación y con un salario decente, se encuentran en la horquilla de los 30 a 35 años, lo que incide directamente en sus posibilidades de asumir una maternidad o paternidad.

El saldo vegetativo negativo no es solo un dato estadístico o una cuestión numérica. Afecta directamente al futuro de la ciudad y al de sus vecinos, por ello, es urgente articular medidas para revertir esta situación.

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