El silencio cómodo de Yolanda Díaz

Una intenta ser leal a sus principios y comportarse de forma coherente a su propio mensaje en lo moral y en lo profesional, aunque a veces no sea fácil. Íñigo Errejón no debe pensar lo mismo. El que fuera portavoz parlamentario de Sumar abanderó durante años la tolerancia cero contra el acoso y el maltrato contra la mujer. También hizo suya la defensa del feminismo y el solo sí es sí. Pero todo eran palabras vacías y podridas, como han demostrado las denuncias de acoso y de machismo que han trascendido en la última semana, que él mismo ha reconocido, aunque sea con la boca pequeña, y que le han forzado a abandonar la política.

Errejón, además de un caradura, es una mentira con patas, por mucho que tenga derecho a la presunción de inocencia ante las consecuencias penales de unos actos que analizarán los jueces. Las consecuencias políticas me interesan mucho menos, tengan el impacto que tengan en su partido y en el conjunto de la izquierda. También prefiero ignorar el uso partidista del caso por parte del PP y de Vox, que indignan al igualar corrupción y acoso.

Lo realmente importante y que merece una reflexión es que Errejón no está solo, no porque puedan existir otros políticos en situación similar, sino por las personas de su entorno personal y profesional que han compartido con él todos estos años, incluidos los periodistas más cercanos. ¿Lo sabían de primera mano y miraron hacia otro lado? Si lo conocieron después, ¿investigaron y no pudieron confirmarlo? ¿Minimizaron la violencia en lugar de denunciarla? Irrita escuchar ahora a su antiguo socio Pablo Iglesias decir que de esto se hablaba hace un año. ¿Qué hizo él?

Entre los que se han asentado en el silencio cómodo destaca Yolanda Díaz, presidenta de Sumar, que ha eludido dar la cara, salvo un par de tuits. Actuar así no es ser muy coherente con los principios que defiende y que abogan por poner el feminismo en el centro de la sociedad.

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