Opinión

En el nombre del padre

Acabo de leer que hay ya un montón de niños que se llaman Kylian. No sé para qué leo nada. Se retiran poco las custodias. La patria potestad. Se empieza llamando Kylian a un niño y se acaba no dando los buenos días. Un niño que se llame Kylian (por Mbappé, claro) está destinado a vengarse de sus padres metiéndole muchos goles. Con todo, lo peor no es llamar de un modo u otro a alguien. Lo peor es que nadie pronuncie tu nombre. Hay nombres que no se ponen ya pero hay quien tiene un nombre frecuente sin nadie al lado que se lo pronuncie. Hay nombres que llevan setenta años sin ponerse, como Robledo. Lo cual es algo muy útil en la vida. A ver: te encuentras con alguien que se llama Robledo, intimas un poco, una cena y tal y luego ya con confianza le preguntas que qué edad tiene y te dice que 55. Mentira.

Los datos que vamos arrojando en esta columna son del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, que es un nombre también como para no ponérselo a nadie. En esto de los nombres uno ha pasado de mayoría a casi grupo residual: antaño, los Jose éramos el veinte por ciento de la población. Ahora vamos siendo menos, y eso sin contar con los escindidos o traidores o modernos o disidentes. O sea, los que se hacen llamar Josep (siendo de Cáceres), Pepe, Joe, Josu o Joselito, que da nombre por cierto a una excelente marca de jamón. El jamón es algo tan único que no necesita apellidos, aunque si a la palabra Jamón le añades Joselito o Jabugo, la cosa cambia. Pasa como con la democracia. Lo es a secas. Cuando la apellidan, estamos jodidos: democracia popular, etc.

Los nombres están sujetos a modas, lo cual no quiere decir que si eliges un nombre modernito no te salga un niño tradicional. Llamar a alguien Arya es condenarla a estar toda la vida explicando que «es por Juego de Tronos», lo cual le puede provocar un desgaste de energía que pudiera impedirle culminar con éxito la titulación de Ingeniería Aeronáutica o la eficaz preparación de oposiciones a notarías. Y que le obligaría cuando cumpliera cierta edad a ver la serie entera, que si ahora goza de éxito y apoyo, tal vez dentro de veinte años esté considerada como un latazo para frikis. Será alguien que en una primera cita, cuando explique al oponente, cenando sushi, de dónde viene su nombre, se vea obligada además a responder a la pregunta de cómo era ese personaje. Claro que, bien mirado, explicar de dónde viene José tampoco es que sea de mucho agrado, considerando el papelón que tuvo el pobre San José. Qué faenón. Eso no tiene nombre.

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