Opinión | Billete de vuelta
La democracia en peligro
Puede que la victoria electoral de Trump le haya puesto un nuevo clavo al ataúd de la democracia. Podía tratarse de un epitafio redactado por los hagiógrafos de la izquierda, que detestan el resultado de las urnas cuando no le resultan favorables; y que no entienden que la ciudadanía no asuma sus planteamientos como los más virtuosos y razonables. Para la izquierda, la victoria de Kamala Harris hubiera sido mejor para su país y para el mundo. En el pecado de su elitismo, de su progresismo de salón, llevan la penitencia.
Es tendencia frecuente del izquierdismo considerar idiotas a los que votan en contra de sus intereses. Idiotas en el sentido etimológico de la palabra, que procede del griego: aquellos que se desentienden de lo público. Los clásicos valoraban enormemente la participación cívica, pues consideraban que sin ella la democracia entraba en colapso. Para los pensadores helénicos, los ciudadanos no interesados, o no versados, en los asuntos públicos eran idiotas.
El problema de la izquierda global es que considera idiotas, ahora ya en tono peyorativo alejado de la etimología, a aquellos que no le prestan su apoyo desinteresado y suman su voto a otras ideologías. Según esa tendencia, la idiotez reside en aquellos latinos que han votado a Trump, a pesar de que el ganador de las recientes elecciones en EEUU se presentara ante el electorado como la espada flamígera implacable para frenar el avance de la inmigración, partidario incluso de masivas deportaciones. Lo cierto es que la democracia está de capa caída en muchos lugares del mundo. Y, aun así, los veinte países cuyos habitantes afirman ser más felices se rigen todos ellos por sistemas democráticos. No existe peor narcótico que morir de éxito, que lleguen los bárbaros y nos encuentren en el circo, presenciando las peleas de los gladiadores. Incluso el mueble más valioso está expuesto al ataque destructivo de la carcoma.
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