Opinión

Mi farmacéutico

Mi farmacéutico se ha jubilado. Nótese que comenzamos dando una noticia. Es el pulso y la garra periodística, el enganche a la actualidad rabiosa, que no lo pierde uno. Sí pierdo en cambio a un amigo y confesor. Yo no sé la manía de la gente por jubilarse. Casi cincuenta años detrás de un mostrador aconsejando sobre dolores y contusiones, mareos, embarazos, roturas o gripes y ahora que la cosa comienza a ponerse interesante coge y se larga.

Interesante para mí, que no estoy aún en la edad de necesitar medicamentos diarios, pero que sí he pasado ya ese tiempo en el que lo único que tomaba de cuando en cuando era un pastillón contra la resaca o un jarabe para la tos. Ahora vendrá uno o una nueva a suplirle. Y habrá que trenzar de nuevo complicidad. Con lo que nos había costado entendernos solo con la mirada, aunque la mía la mayoría de las veces solo expresara un «joder que caro es esto». El farmacéutico salía de cuando en cuando de la botica para echar un pitillo en la calle, para cruzar a comprar el pan o a echar la Bonoloto. Yo entonces esperaba a que tales trances pasaran pronto y aguardaba para que me atendiera él. Nunca he sido muy partidario de compartir con otros mi jaqueca ni de que nadie sepa que me he infectado un oído y necesito unas gotas y una piscina nueva. Se me han jubilado muchos camareros, algunas barman, pero farmacéutico es el primero. No quiero hacerle un homenaje, quiero unas pastillas para la tos y un poco del linimento que alivia los dolores de rodilla. Y gominolas.

«Hoy te ha quedado una columna ibuprofeno», me dijo una vez. «Sí, porque me ha quitado el dolor de cabeza». El columnista es a veces un vendedor de fármacos contra la desinformación. También puede ser un vendehúmos o alguien que da costumbrismo en botes de vanguardismo o ironía en cápsulas. Yo tuve una vez un columnista de cabecera que me producía gases. Procuraba leerlo por la noche, ya que si lo hacía por la mañana me pasaba luego todo el día hinchado y con gran pesadez.

A los farmacéuticos también se les jubila de cuando en cuando su columnista favorito y han de irse a leer a otros que a lo mejor saben a menta y no combaten el dolor de garganta ni el mal aliento.

Yo veo ahí una complicidad entre dos gremios que se necesitan y que también acumulan muchas madrugadas de guardia, mucha tos seca, mucho servicio público y hasta cierto saludable escepticismo. Por prescripción, incluso.

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