Opinión | Solo será un minuto

¿Saben aquel del cocodrilo...?

Qué gran verdad: cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas. O lo intenta, que no siempre acierta a la primera por muy viejo que sea. Algo parecido pasa con la gente que no tiene grandes problemas a los que enfrentarse: se ocupa y se preocupa por asuntos que a) bien no tienen el interés o b) prestan atención a las vidas ajenas en busca de inspiración para sus malas lenguas. No es de extrañar el éxito que suelen tener los programas de televisión que apelan a una falsa realidad para poner en pantalla a personajes que suelen tener en común cierta estética corporal pensada para llamar la atención más epidérmica, y la insignificancia de sus estrepitosos y sobreactuados sinsabores.

Ver llorar a alguien que concursa en semejantes monumentos a la nada (emocional, intelectual, sentimental...) es como ver llorar a un cocodrilo porque las razones de tales llantos están relacionadas con amoríos de baja estrofa, celos de enrollamientos efímeros, odios sin venir a cuento, rivalidades absurdas por un quítame allá esas pajas o expulsiones decididas en algún despacho de guionistas mientras en el plató un presentador o presentadora atiza la hoguera de las banalidades antes de dar paso a la publicidad. Dramas sacados de un chiste. Similares (arti)mañas crecen como hongos venenosos, ese invento genial que permite a un puñado de multimillonarios tener trabajando ¡gratis! a millones de personas para llenarles los bolsillos de datos y contenidos a cambio de nada, gestionado por un algoritmo que domina el innoble arte de capturar moscas sin disparar un solo cañonazo.

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