Coreografía

Seguí con interés la ceremonia de reapertura, reconstrucción o resurrección (cada uno que elija) de Notre Dame de París. Más que el acto oficial —una mezcla de liturgia religiosa y de exaltación laica—, la llegada de los mandatarios, que nos proporciona mucha información. Macron y su esposa, Brigitte, ejercen de anfitriones. Él lleva un abrigo y una bufanda, negras, y aguanta con elegancia el desfile de invitados, que llegan, esperan en una carpa frente a la catedral y pasan a saludar a la pareja. Brigitte, que lleva un traje también negro, con falda corta, practica un estoicismo de primera dama y hace frente a la temperatura gélida y al viento invernal de París. Uno de los últimos en llegar (pero no el último, que es una mujer, de hecho, dos: Jill y Ahsley Biden, madre e hija) es Donald Trump, a quien Macron recibe no con un discreto apretón de manos, sino con un abrazo cordial. No queda clara la preeminencia protocolaria, porque los familiares que representan a Biden tienen este privilegio a la llegada, pero después es el presidente electo quien recibe un trato de favor en el interior de la iglesia.

Cosas de la diplomacia. En plena crisis de Estado, puede decirse que Macron disfruta de la inauguración después de la tragedia con una felicidad mal disimulada. Se sabe el centro del mundo. Cuando Zelenski hace acto de presencia, como si viniera directamente del frente o de buscar setas, lo recibe con la efusión del aliado, y también lo hace Brigitte. De hecho, esta previa es una ceremonia completamente premeditada, antes de los fastos religiosos. Los Macron ejecutan una coreografía precisa. Se adelantan y van a saludar a los más amigos, los más cercanos, los más colegas. Y, con los demás, esperan que sean ellos quienes se acerquen. Calculan los besos, los abrazos o los apretones de manos. Reparten los ritos del protocolo del recibimiento como si estuvieran en Versalles. Eso sí, un Versalles azotado por el mal tiempo. Y no solo real, sino el simbólico mal tiempo de un mundo que contempla la nueva Notre Dame mientras camina hacia la mayor de las incertidumbres.