Opinión | ARENAS MOVEDIZAS
En ocasiones ven a Franco
Como en ‘El sexto sentido’, hay gente que parece ver y hablar con el dictador muerto
"En ocasiones veo muertos", le decía el niño de 9 años Cole Sear (Haley Joel Osment) al doctor Malcolm Crowe (Bruce Willis) en El sexto sentido (1999). La frase, convertida en un clásico, anticipaba el sorprendente final del filme, en que se revelaba [va spoiler, si es que alguien no lo conoce a estas alturas] que el psicólogo que trataba su problemilla, el propio Willis, llevaba tiempo criando malvas.
El doctor Crowe no era el único alma en pena que veía el niño Cole, que lo mismo se cruzaba con una señora muerta en un accidente de bicicleta que desvelaba a los compañeros de clase que su colegio se asentaba sobre un terreno donde en el pasado se juzgaba y ahorcaba a la gente, bien lo sabía él, que los veía con la soga al cuello e incluso después.
Cada vez con más frecuencia estamos asistiendo a un singular fenómeno que pasa porque hay gente que en ocasiones ve a Francisco Franco. Pero solo a Franco, y no a los cerca de —según coinciden los historiadores más solventes— 150.000 ejecutados por el franquismo entre 1936 y 1945, 125.000 durante la guerra y 25.000 durante los primeros años de la dictadura. A esos no los ven. Solo a Franco. A diferencia del niño Cole, que está hasta los huevos de ver tanto muerto, quienes se arrogan el sexto sentido están encantados de poder sentir el espíritu del dictador, cuyo nombre y periodo histórico ensalzan en declaraciones públicas, misas y tribunas parlamentarias.
El único recuerdo que mantengo ligado a Franco es que el día que murió no tuve colegio. Lo mismo con Carrero, aunque su asesinato nos sorprendió a todos en clase y precipitadamente nos devolvieron a casa en el autobús escolar. Ni a uno ni a otro me los crucé jamás por la calle, ni siquiera en mitad de La Movida, cuando hordas de nostálgicos campaban por algunos barrios de Madrid armados con cadenas y calzando botas de caña. Se trata, sin duda, de un recuerdo mucho más sólido que el que jamás haya podido tener el diputado de Vox Manuel Mariscal, nacido 17 años después de la muerte del dictador y que días atrás subió a la tribuna del Congreso para decir que el franquismo "no fue una etapa oscura como nos vende este Gobierno, fue una etapa de reconstrucción, progreso y reconciliación para lograr la unidad nacional". Se conoce que Franco, en su calidad de muerto, lo anda diciendo por ahí a gente como Mariscal. Con la reconciliación andamos desde 1975 y no hay manera.
Sale en televisión una señora hablando de la Dana. Cuenta de oídas que Franco encauzó el Turia y que, gracias a él, la capital valenciana no ha sufrido las mismas consecuencias que Paiporta o Utiel tras el paso de la riada. Así lo cree también Esperanza Aguirre: "Gracias a Dios y al innombrable Franco, que desvió el cauce del Turia. Si no, habría sido Valencia capital también". Otro día, en un punto distante al de ambas mujeres, les secunda un muchacho nacido este siglo y recita una similar cantinela. Algunas televisiones aprovechan este reverdecer para entrevistar otra vez al señor de origen chino que tiene un bar en Usera (Madrid) y que también debe de hablar con el Generalísimo. Tanta reivindicación y puesta en valor del franquismo no puede ser casualidad: en ocasiones lo ven.
Sorprende que ninguna de estas exaltaciones tenga consecuencias penales. La ley de memoria persigue la apología del franquismo con multas que van de los 200 a los 150.000 euros. Pero, oh, vaya, no se ha incorporado como delito en el Código Penal, de lo cual se deduce que quienes deben hacerlo no han visto a Franco muerto pero tampoco quieren verlo.
La ley alemana prevé penas de entre tres y cinco años por instigar el odio y la xenofobia y prohíbe símbolos inconstitucionales como la esvástica o negar el Holocausto. La ley alemana prohíbe hasta el bigote de Hitler. La Constitución de Italia, donde gobierna en la actualidad un partido que es bisnieto de aquel de Mussolini, castiga con hasta dos años de cárcel "la simbología y gestualidad del partido fascista". No puede decirse que el diputado Mariscal y Vox se destapen literalmente como fascistas, si acaso fachistas, pero sí como apologetas del franquismo. Abiertamente, sin peros.
Un usuario de X ha convertido en viral una escena de Doraemon donde la madre de Nobita tararea por lo bajini la primera estrofa del Cara al Sol mientras prepara unas verduras al fuego. No hace falta estar dotado del sexto sentido del niño amigo de Bruce Willis. Uno escucha el audio y, efectivamente, lo canta. Franquismo manga subliminal. La madre de Nobita escucha voces en su cabeza, como Manuel Mariscal y algún otro. Quienes no creemos en supercherías nos conformamos con que el Código Penal contemple lo que estipula la legislación. Hacer apología de regímenes del terror no solo enciende el odio y la polarización, sino que aboca al riesgo de que pueda repetirse el lado más oscuro de nuestra historia, que en ocasiones vuelve. En ocasiones.
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