Opinión | Décima avenida

Un mundo mejor sin Asad

Como se le atribuye a Winston Churchill que dijo sobre los Balcanes, hoy Oriente Próximo «engendra más historia de la que puede consumir». En pocos días, los rebeldes sirios, a los que se daba por derrotados no tanto por el régimen de Bashar al Asad como por sus aliados, Rusia e Irán, han derrocado el régimen. La rapidez y facilidad con la que la tiranía se ha desmoronado pone de manifiesto que el dominio de Asad sobre los sirios se basaba en el terror y la represión. Nadie ha disparado una bala ni ha derramado sangre por Asad cuando resultó obvio que sus principales socios habían decidido darle la espalda. Los sirios se han librado de un tirano sanguinario.

Desde Occidente, solemos interpretar lo que sucede en otras partes del mundo con nuestras propias gafas ideológicas y según nuestros prejuicios. Es una de las principales razones por las que cuesta tanto entender las dinámicas en Oriente Próximo, cuya complejidad escapa a nuestros marcos mentales e ideológicos. Por esta razón, por ejemplo, durante la guerra civil siria se podía leer a gente de cierta izquierda (sic) apoyar a Asad por la simple razón de que se oponía a EEUU, como si ser enemigos de mis enemigos perdonara los crímenes, la represión y la opresión sobre millones de personas. Se suele acusar a la derecha y al pensamiento conservador de abrazar la realpolitik, pero cierta izquierda también tiene su propia versión de la realpolitik, tan nefasta, hipócrita y a menudo sangrienta como la de la otra trinchera ideológica.

Asad, como Saddam Hussein antes de él, fue un dictador que aterrorizó y asesinó a su población, la cárcel de Sednaya como símbolo. No importa que sus raíces ideológicas se nutrieran del Baaz y lo que significó en su momento el socialismo nacionalista árabe, hacía mucho tiempo que su régimen se había convertido en una tiranía. De la misma forma, la Organización para la Liberación del Levante (HTS, en sus siglas en árabe), dirigida por Abu Muhamad Al Golani, es un movimiento islamista que defiende el establecimiento de un Estado islámico regido por la sharía basado en una interpretación rigorista del islam. Como la que propugna, sin ir más lejos, Hamás. De hecho, HTS es considerada como una organización terrorista por países occidentales como Estados Unidos y el Reino Unido y por la ONU. Sobre su líder pende una recompensa del Gobierno estadounidense de 10 millones de dólares. Nada nuevo bajo el sol, es de sobras conocido el apoyo que Washington ofreció a Al Qaeda en Afganistán para que combatiera contra las tropas soviéticas que ocupaban el país. Otra versión del enemigo de mi enemigo, realpolitik de otro signo.

Ni el carácter islamista de HTS ni el apoyo estadounidense convierten a Asad en un demócrata y en una mala noticia el derrocamiento de su régimen. En el 2003, la guerra ilegal y la desastrosa gestión de la ocupación de Irak no justificaban que el régimen de Saddam Hussein pudiera ser defendido ni añorado. A los presos de Sednaya o a los kurdos asesinados con armas químicas en Irak no les convencían argumentos como que Saddam y Asad se oponían al imperialismo estadounidense. Lo cual, además, en Oriente Próximo siempre es discutible. La historia de lo sucedido en Irak muestra que EEUU no tenía un plan para el día siguiente, que se equivocó gravemente al desmantelar el Estado baazista y que no supo (o no quiso, o no lo necesitó lo suficiente) llenar un vacío de poder que causó un sangriento enfrentamiento sectario, abrió de par en par las puertas de la región a Irán y engendró un monstruo como el Estado Islámico.

Siria pende en el alambre. Será escenario y campo de batalla de múltiples injerencias internacionales. Israel, el Estado que siempre dice defenderse y se ha embarcado en la tercera invasión en un año, sin duda intentará que no florezca un Estado fuerte a sus puertas. Irán se resistirá a perder influencia y poder. Turquía aspira a ser la gran ganadora de la larga guerra civil siria. Europa y Estados Unidos siempre tendrán algún tipo de interés en la zona y buscarán la forma de defenderlos e impulsarlos. Rusia y China también velarán por sus propios intereses. Muchas cosas pueden salir muy mal y mucha gente puede sufrir y morir. Va a haber mucha y trágica realpolitik.

Pero, pese a todo, el mundo, y sobre todo los sirios, están mejor sin Bashar al Asad. Sin lugar a dudas.

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