Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Gaza Norte: el hambre como arma de guerra

Les escribo en este 14 de diciembre, a punto ya de que comience la definitiva cuenta atrás para que 2024 fenezca y de que un nuevo año, cargado de retos, esperanzas y alegrías, suceda al presente. Pero no nos engañemos, obnubilados por los fuegos de artificio que vendrán para celebrar su venida: su periplo no será fácil. 2025 encontrará nuestro planeta medio patas arriba, en medio de demasiadas guerras abiertas, conflictos enquistados y sombras francamente funestas que, aunque pueda no parecérnoslo, nos conciernen a todos y a todas. Ojalá todo vaya siempre a mejor, y nunca a peor, porque los hados del destino se nos antojan al menos turbios, por no decir otras cosas más preocupantes...

Podríamos hablar de Rusia y su destructiva acción en Ucrania, de conflictos enquistados desde hace décadas en África o del drama de tantas personas que, en su legítimo derecho de búsqueda de una vida mejor y menos al límite, pierden la vida en los océanos y en las fronteras. Pero, para ejemplificar lo que digo, déjenme que hable ahora de un caso paradigmático y me ponga ahora en el contexto de Oriente Medio. De Israel y sus diferentes conflictos simultáneos -Siria, Líbano, Gaza...- y de una delicada ecuación global en la zona que sólo el miedo a una rápida escalada incontrolada, por parte de todos los actores, aún se frena de alguna manera.

Pero hay mucho más que unos señores —fundamentalmente, hombres— que guerrean, y que se lanzan bombas o misiles. Las guerras se han vuelto extremadamente sofisticadas en este primer cuarto del siglo XXI, y seguramente los campos de batalla clásicos están menos presentes, mientras suben como la espuma otras formas de presentar batalla. Es decir, de matar al de enfrente, observando la importante salvedad de que ahora esto no es tanto un combate entre soldados armados, profesionales o no, como un ataque a una masa indeterminada y confusa, en la que incluso se celebra -por desmoralizante para el enemigo- que en la misma se encuentren civiles ajenos al conflicto, y especialmente niñas y niños. Para ello se emplean masivamente otras armas de incalculable valor: la desinformación, la construcción de un relato interesado, mentiroso y tendencioso y que mina por dentro al otro, la violación sistemática de todos los tratados internacionales e incluso el hambre y la sed.

Estas guerras de hoy son complejas. No se trata, como nunca lo fueron, de historias de buenos y malos. Todos los actores tienen unas posiciones concretas y una particular mochila a la espalda, y es verdad que los que salen mejor parados en un aspecto o desde determinado punto de vista, a lo mejor en otro son bastante peores. Pero lo que está claro es que, puestos a enfrentarse, unos practican más que otros una política de destrucción absoluta, irreversible, indiscriminada y masiva. Hay quien, no contento con ser superior militarmente en el sentido clásico, planea y ejecuta además un verdadero pogromo, que acontece directamente delante de nuestras narices. Sobrecogedor. Basta echar un vistazo a los periódicos del mundo entero para saber que esto que digo no es fruto de la invención o de una forma de verlo exagerada o parcial.

El hambre se utiliza como arma de guerra. Se ha hecho en la antigüedad pero, fíjense por dónde, también en nuestros días. Lo denuncian las organizaciones humanitarias y, en el caso concreto del bloqueo de Gaza, es evidente tal forma de presión y, a la postre, destrucción. Oxfam nos recuerda que el Derecho Internacional Humanitario prohíbe expresamente el uso del hambre como arma de guerra. Fue en 2018, tomen nota, cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó su resolución 2417, condenando por unanimidad tal uso de la escasez de alimentos contra los civiles como método de guerra. No acatar tal cosa es, directamente, una violación del derecho internacional. Otra más.

La propia ONU confirma que, desde el 6 de octubre, no se han podido completar sus misiones de alimentos en el norte de Gaza. Se han suspendido todos los programas de alimentación, y han cerrado cocinas y panaderías. No se ha podido enviar allí servicios de emergencia y proporcionar combustible, con el consiguiente parón en todos los servicios, incluidos el de agua potable y saneamiento. Desde las agencias internacionales, como la referida Oxfam, se habla de una situación de completa hambruna, al estilo de las más desgarradoras situaciones en países de África afectados periódicamente por la sequía. Una situación insostenible, terrible y persistente, ante la que la comunidad internacional no reacciona.

Cada ser humano es un tesoro. Dejarlo morir de hambre es fracasar todos y todas un poco. Un poco más...

Tracking Pixel Contents