Opinión | Shikamoo, construir en positivo

¡Feliz Navidad!

Bueno, queridos y queridas. Hasta aquí hemos ido llegando y, una vez más, estos últimos días de diciembre nos traen asociado el tiempo de Navidad. El propósito de esta columna, independientemente de qué sientan y vivan en relación con este período, es desearles que estas jornadas sean para ustedes felices. Estas y, evidentemente, todas las demás. Pero, ya que estamos metidos en harina, en este momento vamos a centrarnos aquí, que es lo que toca, con lo que ¡tengan ustedes una muy Feliz Navidad!

Es evidente que la sociedad ha cambiado, y que lo que un día fue una celebración monolítica y sin fisuras, que hacía del hecho confesional el nuclear y único vivido en este tiempo, impregnando todo de su impronta en un sentido único, hoy la cuestión es mucho más plural. Me congratulo de ello, porque creo que el valor más importante que ha de presidir nuestra relación como personas es el del respeto a la diversidad. Fruto de tal evolución, la Navidad hoy puede ser vivida en tal clave asociada al tiempo litúrgico o no, como un reflejo de las diferentes sensibilidades e intereses de las personas. Y todo ello, fíjense, de tal forma que todo esté presidido por el respeto a dicha diversidad, absolutamente imprescindible para llevar las relaciones humanas a buen puerto. Además, no olviden ustedes que tanto la Navidad como otras fechas señaladas en el calendario también responden a una ancestral veneración por los elementos de la Naturaleza. Y, en tal sentido, la Navidad no deja de ser también un tiempo de celebración en el que el comienzo del invierno, ligado al solsticio, está absolutamente presente entre nosotros desde tiempos verdaderamente remotos.

Si me preguntan personalmente, les diré que para mí estos días son bonitos, aunque no exentos de nostalgia. Pero bueno, soy de los que procuran ver lo atractivo de cada época del año, y la Navidad también es un período donde hay mucha magia. Me rebelo profundamente, eso sí, ante la pretensión de asociar la misma con el consumismo exacerbado o con la exageración y los excesos. Creo profundamente que la lógica que dimanó un día, en sentido figurado o no, del episodio del portal de Belén tiene mucho más que ver con la sencillez, la humildad y una alegría basada en el compartir.

Es por todo ello que vuelvo a lo que les decía inicialmente, al comienzo de estas líneas. Un deseo sincero de que en la noche de Nochebuena el protagonista no sea el pavo o el centollo, sino el disfrutar de las personas, de la conversación, de los sentimientos… Del amor, como siempre les digo, que entiendo es lo que a uno más le puede hacer feliz, sin demasiadas alharacas o sofisticación. Amor por los más cercanos o por los que no lo son tanto. Amor sin pedir demasiado a cambio. Amor en todas las tareas que abordemos, e ilusión y ganas por todo aquello en lo que nos embarquemos con los demás.

Ya saben que yo soy poco de días festivos, y que celebro más los lunes, esos sencillos días en principio más ordinarios y menos espectaculares, pero que pueden también depararnos experiencias bonitas. Es por eso que la acumulación de tanta celebración termina por producirme un cierto desasosiego, una cierta saturación de días teñidos de rojo en el calendario. Pero, aún así, celebro poder incluir un nuevo ciclo anual en mi periplo vital y eso incluye, como no, una nueva Navidad.

No me enrollo, amigos y amigas, y reitero lo dicho. ¡Feliz Navidad! Felices días, en lo posible. Felices si están ustedes felices, y lo más felices que sea posible si, en cambio, este es tiempo de zozobra. Siéntanse ustedes acompañados, y ojalá lo estén todos y todas, porque vivimos un imparable avance de la soledad. Y esa, no tengan ustedes duda, es la enfermedad social más destructiva de nuestro tiempo. Sí, la soledad…

¡Muy, muy muy muy Feliz Navidad!

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