Opinión

Rosaura Leis, presidenta de la Fundación Española de Nutrición

Dieta Atlántica

Puesto de pescado en la plaza de Lugo de A Coruña.

Puesto de pescado en la plaza de Lugo de A Coruña. / Cabalar/EFE

La Dieta Atlántica es un patrimonio material e inmaterial de Galicia.

Vivimos en un país longevo, de costumbres moderadas y hábitos sociales de convivencia, que posee una riquísima variedad de productos del mar, producción ganadera, cultivos del campo y gastronomía de alta calidad, que han demostrado ser saludables y sostenibles.

Actualmente, las principales causas de morbilidad y mortalidad guardan relación con los estilos de vida no saludables, mala alimentación, falta de actividad física y aumento de la inactividad. En este sentido, la investigación básica nutricional y biomédica ha demostrado que la alimentación y el ejercicio a lo largo de la vida, iniciándose ya en los primeros años, son fundamentales para la buena salud y una elevada esperanza y calidad de vida. El ejercicio se puede practicar en cualquier lugar, pero las portentosas cualidades de nuestra producción alimentaria y marina nos dan un sello reconocido internacionalmente como de alta calidad organoléptica y gastronómica. A Galicia se viene a disfrutar de la naturaleza, del patrimonio histórico y religioso, a peregrinar y a comer. Galicia es «calidade» por muchas cosas, pero sobre todo por nuestros productos naturales.

Sin embargo, estamos asistiendo a la pérdida de adherencia a nuestros patrones alimentarios tradicionales, lo que constituye una seria amenaza para la salud nutricional y metabólica. Reflejo de ello es la alta prevalencia de sobrepeso y obesidad, que cada vez se inicia a edades más tempranas, y con importantes comorbilidades asociadas. Actualmente, el porcentaje de niños y adolescentes con sobrepeso y/u obesidad es más alto en los países del sur de Europa. Esto es de gran importancia, tanto por que la adiposidad elevada en la edad pediátrica supone un mayor riesgo de mantenerse en la edad adulta, como por la presencia de enfermedades asociadas, incluido el síndrome metabólico ya en niños prepuberales con obesidad. Debemos tener presente que la obesidad es una enfermedad crónica que según la Academia Americana de Pediatría se puede paliar, pero no curar. Por ello es fundamental su prevención.

Nuestra sociedad se ha definido como «obesogénica», generadora de obesidad, la pandemia del siglo XXI.

Durante décadas, los pioneros en el estudio de la Dieta Atlántica, analizaron desde los aspectos nutricionales a sus efectos en los ciudadanos. Los profesores Aniceto Charro y Rafael Tojo organizaron en Baiona, en el año 2006, el Congreso Internacional de la Dieta Atlántica, en el que participaron importantes figuras de la nutrición española e internacional, y que fue precursor de la creación en 2007 de la Fundación Dieta Atlántica en el marco científico de la Universidad de Santiago. En aquel entonces la prevalencia de obesidad en España era del 15,4% con un 38,5% de personas con sobrepeso y alrededor de un 3% con el grado más severo de obesidad, obesidad mórbida. En las conclusiones se alertaba «se están alcanzando niveles alarmantes, superando la media europea y acercándose peligrosamente a la tasa norteamericana, país con mayor incidencia en obesidad mórbida».

Han pasado 18 años desde entonces y la prevalencia de la obesidad es aún mayor, y Galicia se encuentra en un nivel comparable al resto de España. Según los datos de la última Encuesta Europea de Salud de 2020, un 39 % de la población gallega tiene sobrepeso y un 16,5 % sufre obesidad, lo que significa que más de 444.000 gallegos viven con obesidad. Hemos triplicado la prevalencia de obesidad desde 1987 hasta 2020. En su conjunto el 62% de la población, es decir, casi dos de cada tres gallegos mayores de 18 años tienen exceso de peso, y alrededor del 36% de los niños y adolescentes. Esta prevalencia de obesidad es mayor en hombres que en mujeres, tanto en adultos como en niños y adolescentes. Durante estos años se han llevado a cabo nuevos estudios, ensayos clínicos, publicados en las mejores revistas científicas, que han puesto en evidencia tanto los efectos positivos sobre la obesidad y las enfermedades asociadas, como la baja huella de carbono e hídrica, que hacen de ella una «dieta saludable y sostenible», lo que se puso en evidencia en el Simposio Internacional de la Dieta Atlántica celebrado en Santiago en 2019. Y recientemente en el Congreso de la Sociedad Española de Estudios de la Obesidad (Seedo), celebrado también en nuestra capital, se presentaron nuevas evidencias que avalan el impacto positivo: «una mayor adherencia a la Dieta Atlántica se asocia con menor mortalidad por todas las causas, así como por causas cardiovasculares y cáncer; y podría también reducir el riesgo de depresión e influir positivamente en la microbiota intestinal».

Nuevas investigaciones destacan que los efectos de la dieta sobre la salud no solo guardan relación con «qué» comemos, sino «cómo» lo comemos (preparación culinaria, convivencia social) y «cuándo» lo comemos (crononutrición). Por tanto, la Dieta Atlántica, nuestra manera tradicional de comer (278 fiestas gastronómicas), con productos de calidad (11 Denominaciones de Origen Protegido-DOP y 25 Indicaciones Geográficas Protegidas-IGP registradas en la Unión Europea), preparaciones culinarias que mantienen la composición nutricional de los productos, es un buen ejemplo de dieta saludable y sostenible. Llevamos constatándolo veinte años mientras la adherencia a nuestra dieta disminuye. La obesidad, definida como una enfermedad crónica y multifactorial, en la que los determinantes sociales de salud juegan un importantísimo papel, asociándose hoy, a la vulnerabilidad social y al «hambre oculta» se puede combatir con la promoción de nuestro estilo de vida atlántico. Y para ello, debemos iniciar nuestra intervención ya desde la edad pediátrica, a través de la familia y la escuela, con el comedor escolar como lugar de educación nutricional e incorporando como asignatura «los estilos de vida saludables», en la que el niño y el adolescente aprenda a confeccionar un menú atlántico, desde el campo o el mar, a través de la gastronomía, a la mesa.

Esta necesidad es una oportunidad para Galicia y los gallegos y para extenderla más allá de nuestras fronteras. Se requiere de la acción coordinada de todos. La incorporación a la Fundación Dieta Atlántica de la Administración Autonómica y Local, de la producción, de las industrias del campo y del mar, de la distribución y de representantes sociales permitirá junto a la investigación básica y biomédica la unión en una estrategia común.

Tenemos un tesoro de salud en nuestras rías y nuestros campos, que es un tesoro también económico y de sostenibilidad. La Dieta Atlántica es un patrimonio material e inmaterial que debe ir asociada a nuestras producciones y a nuestra cultura gastronómica como esencial para la salud, hagamos de ella nuestro emblema.

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