Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Queridos Reyes Magos (edición 2025)

Queridos Reyes Magos: A diferencia del año anterior, 2024, en que esta columna con mi carta de peticiones se publicó el propio 6 de enero, esta vez sí que llegaré a tiempo para solicitaros vuestros favores. Esto os da aún un margen de un par de días pero además, lo cual os facilitará las cosas, lo que os pido no es nada exótico, ni mucho menos. Más de lo mismo, un montón de elementos intangibles, nada físicos, pero muy recomendables para avanzar en sosiego, libertad y buena convivencia en una sociedad cada vez más polarizada. Lo haré recopilando algunos de los elementos de años pasados, plenamente vigentes a pesar de haber sido escritos hace tiempo ya...

En ese año 2024 me hice eco de lo pedido también en 2023, y en los dos artículos os solicitaba nos aportaseis armonía, paz, concordia, entendimiento y estabilidad duraderos, junto con enormes consensos, y que todos y todas pudiésemos contarlo. En el ejercicio anterior, el de 2022, también acudía al mismo encabezado para pediros salud, pero no esa salud genérica que se pide y ya está, sino una basada en las decisiones propias y ajenas, una salud proactiva, una salud relacionada con las buenas prácticas en los actos cotidianos. En aquel momento, pero muy vigente hoy todavía, hablaba de responsabilidad individual y colectiva en el contexto del la infección por SARS-CoV-2, que había causado ya un extraordinario incremento de la mortalidad. Pedía la salud que tiene que ver con las cosas bien hechas, y no con las políticas de medio pelo, las estrategias de quita y pon, el personal por horas o por días, o las críticas basadas únicamente en el «quítate tú para ponerme yo». Una salud ligada a una muy importante y necesaria responsabilidad personal, que a algunos todavía aún les cuesta: hay quien aún se resiste a acceder a los centros de salud o a los de enseñanza con una mascarilla, y lo he vivido varias veces últimamente, cuando su evidente cuadro respiratorio lo hace imprescindible.

En la edición de 2021 de mi «Queridos Reyes Magos», el periódico recogía una petición expresa de talento, de que la sociedad sepa ver lo importante y actuar en consecuencia, al margen de las veleidades pasajeras y de los intereses particulares. Expresaba entonces mi preocupación por el enorme deterioro sufrido en nuestro país por el llamado «ascensor social», tan ligado al valor del talento per se y vilipendiado por la inercia por mantener el estatus de los que han nacido mejor posicionados, independientemente de sus competencias y su valía. Me hacía eco entonces de mi columna homónima de 2018, donde afirmaba rotundamente que si las responsabilidades no se adjudican a partir de las aptitudes, manteniendo las prebendas y regalías tan de aquí, la sociedad acusará cada vez más un mayor declive. Muy actual también, ¿no?

En 2011 os pedía ilusión, concordia e innovación. La primera, porque la sociedad está muy falta de ella. La segunda, ligada a un cierto nivel de consenso y claridad de a dónde queremos ir y para qué. Y la tercera, buscando un equilibrio entre la tradición y la mejor manera de organizarnos e incluso de imaginarnos en un futuro. En 2008 hablaba de consumo responsable, y os pedía expresamente que el fuerte golpe de la crisis económica no se cebase, como siempre, con los más vulnerables. Y es que ya saben que llueve siempre sobre mojado... ¿Podremos cambiar eso alguna vez? Y, hablando de personas vulnerables, en 2010 os pedí un mejor reparto de lo que hay, iniciativas verdaderamente estimulantes para la economía y la sociedad, así como gobernantes claros —alguna «rara avis» aparece alguna vez— que aparquen las declaraciones de intenciones para buscar el bien común, a largo plazo, y por encima de meras posiciones de partido. Algo que, para mí, implica un importante grado de reinvención del paradigma... Y creo que eso es indispensable.

El de 2012 fue un artículo recopilatorio, como este y el del año pasado, que cada vez me gustan más en términos de su visión más a medio plazo y menos ligados a un momento concreto. En el primero reflexionaba sobre la relación del amor con los regalos, la cual nunca he entendido demasiado bien pero animaba, en caso de comprar, a hacerlo en el pequeño comercio, frente a los gigantes que cada vez atesoran una mayor cuota de mercado. Y en 2014 más que pediros algo la mía fue, al contrario, una carta para aclarar qué no quería. Os decía que no quería, simplemente, matar el tiempo. Tampoco perder la perspectiva, ni anteponer el «cómo» al «qué». No quería excusas. Tampoco amigos y amigas a medias, o una sociedad blandita a mi alrededor, que no sepa afrontar los retos con decisión. Tampoco quería, expresaba, libros de recetas simplemente basadas en la tradición, en lo meramente consuetudinario, sin más. No quería envoltorios sin contenido, ni una sociedad que acicale lo insostenible a base de afeites y perfumes. Ni la negación por la negación. Ni el humo, sin más. Ni desarrollos matemáticos sin una definición previa de la métrica subyacente. Quería paz y amor, espíritu de servicio, libertad y respeto. Quería civismo y convivencia, vida lenta, conocimiento e inteligencia. Quería compartir con alegría y, también, cierta austeridad.

Necesitaría todo el espacio del periódico para plasmar aquí muchas otras Cartas a los Reyes Magos publicadas previamente en esta columna. Además, creo que con lo extractado podéis tener ya una idea de qué traerme... si fuese posible. Porque lo raro este año, uno más, es que podáis llegar hasta aquí viniendo de un Oriente tan convulso y tan lleno de heridas y mortajas, que mete miedo. Y, mira, si queréis hasta no vengáis, quedaos por allá repartiendo paz y dando amor infinito. Creo que, honestamente, hacéis mucha más falta aún por esos lugares donde el único silbido que se oye es el del fuego de mortero... Cuidaos mucho, poned toda vuestra magia a disposición de la paz y... acompañad a los que más sufren. Os lo pedí en 2024 y lo reitero ahora. Quedaos allí y reconfortad a tantas personas lastimadas por la codicia, la bravuconería, el desamor y la cultura del odio. Os lo agradeceré sobremanera, Melchor, Gaspar y Baltasar.

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