Opinión | Solo será un minuto

De talantes y talentos

Caminas por las calles sin prisa. La prisa mata, me dijo en Marrakech un hombre analfabeto y sabio. Caminas y vas mirando las pintadas que afean fachadas, puertas de garaje, mobiliario urbano, cualquier superficie apta para ser agredida con un espray. Casi todas se parecen, no hay talento en la mayoría y solo sirven como testimonio de que hay chavalería que piensa que sus rociadas de colores y sus firmas clónicas son un gesto de rebeldía, un exabrupto de disconformidad con la sociedad en forma de vandalismo inofensivo. Muy de cuando en cuando, te encuentras con un rastro valioso que apunta a ser arte zarandeado, sobre todo si el paseo es por una gran ciudad donde hay más posibilidades de apreciar un talento callejero que no busca marcos sino libertad de piedra, efímeros gestos de creación con aspiraciones modestas de provocación.

Entras en redes sociales de predominio fotográfico y puedes pasarte días viendo imágenes de técnica impecable (los filtros hacen milagros muchas veces) que recogen puestas de sol (tan fotogénicas ellas) o paisajes impresionantes que dan mucho juego. De esas toneladas de fotos, muy pocas perduran en la retina por perfectas que sean. Pero hay algunas que van acompañadas de una mirada especial, la mirada de quien no se conforma con apretar un botón y dejar que la máquina haga el resto, la mirada de quien sabe (instinto, talento, experiencia: un don) capturar un instante único desde una perspectiva singular, ya sean unos ojos que te atraviesan o una sombrilla abandonada en una playa de soledades. Echas un vistazo a la oferta digital de libros autoeditados (o editados para sacar cuartos a gentes ilusionadas e incautas) y en poco tiempo concluyes que la mayoría carecen de valor artístico, que solo son respetables muestras de la gran pasión que sienten sus autores por construir historias, crear personajes, buscar cómplices con sus letras. Por desgracia, en esos millones de títulos con grandes dosis de imitación de éxitos, nula repercusión y escasa autocrítica —algo frecuente también en papel—, cuesta encontrar joyas.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents