Opinión | Artículos de broma

Merece una explicación

El próximo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha introducido el nacionalismo en el distópico mundo de los fanáticos y los resentidos que estallan: los que vienen de fuera son peores que los que tenemos dentro. Los malos de aquí son buenos respecto a los forasteros, que son peores. El país ya no se define por ser blanco anglosajón y protestante y sus excombatientes le combaten, pero eso son matices progres. El forastero estaba en las películas del Oeste (donde aprendí esa palabra), en un pueblo pequeño, muchas veces un asentamiento reciente, y destacaba, pero solo era el último en llegar.

Este irrazonamiento trumpista hace olvidar lo importante: que se ha impuesto que el malestar social difuso con centenares de causas puede acabar en un individualista morir matando a cualquiera, porque no se sabe a quién disparar. La actitud desesperada de prender fuego a todo, los mato y me suicido, yatomarporculoya —que es universal— ha encontrado su expresión en niños a los que les brota el acné violento disparando a ráfaga el fusil de asalto de papá y en conductores Grand Theft Auto en zona peatonal con el coche cebado de explosivos.

El aprovechamiento trumposo de esas matanzas, con bandera y sin ella, en la escuela, en la feria, en la fiesta, con causa, sin causa, con causas cambiadas, impide que se busque una explicación (que no es una justificación) a esta forma públicamente exitosa de explotar la frustración en una sociedad con una meteorología emocional de cabreo perpetuo que da la razón a todos los chiflados y los motivos a todos los defraudados que sienten que el abuso es legal o apenas punible o que tú lo vales y los demás, no. Alguien debería descubrir y describir las razones sin distraerse en discriminar entre malos de dentro y peores de fuera. Ya sabemos que no se admite la locura —porque exime de pagar por lo que se ha hecho— ni tampoco el malestar —porque el mundo está bien así— pero el relato no puede acabar en el carrusel de luces blancas, azules y rojas de policías, bomberos y ambulancias que ponen a girar después de cada matanza.

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