Opinión

La realidad circunspecta de las emergencias

Desayuno cada mañana en Bertamiráns. El Tropic es como un observatorio vital de una realidad social muy concreta: la de una de las localidades de mayor crecimiento vegetativo de Galicia, una de las más jóvenes y dinámicas. Allí nos citamos trabajadores, proveedores, empresarios, funcionarios, comerciantes, deportistas, etc., dispuestos a comenzar el día disfrutando de un muy buen café, acompañado del famoso Torto de Carmen, y conversando sobre las noticias del día, que no siempre atañen al deporte, tema habitual, o a la política , cuestión que aburre sobremanera. Preferimos el peculiar humor socarrón del despertar y los asuntos de convivencia.

La segunda parroquia más habitada de Ames, la primera es Milladoiro, es un lugar agradable que, pese a su crecimiento, guarda el encanto rural. A esta circunstancia contribuyen sus abundantes y hermosas zonas verdes, sus paseos bordeando pequeños ríos, y un comercio de proximidad y gran calidad que convive con modernos supermercados, numerosas clínicas dentales, escuelas de idiomas, y una oferta gastronómica muy amplia, y mejor complementada aún por la comarca: Brión, Negreira, Teo, Noia, Esteiro, el propio Santiago —del que solo nos separan 10 kilómetros por autovía gratuita—, o, un poco más hacia el Finisterre, Santa Comba, etc...

En Bertamiráns existen zonas deportivas, farmacias, guarderías o servicios médicos —estos últimos casi siempre tensionados por el rápido crecimiento poblacional—, etc. No tenemos bomberos y, compartimos con la comarca una sola ambulancia medicalizada —con la equipación necesaria para prestar asistencia médica in situ a los pacientes graves y asistirlos durante su traslado—. Esto último ha ocupado buena parte de nuestras conversaciones matinales en los últimos tiempos, se ha debido a algún infarto con resultado fatal —lo que nos ha hecho pensar—, por un incendio en un garaje —los bomberos llegaron desde Boiro, a más de 40 kilómetros—, o por la noticia de que la necesidad de una escalera de bomberos en Milladoiro, que hubo que trasladar desde Ribeira —a 60 kilómetros—.

Los análisis requieren serenidad, comedimiento, realismo, pero reclaman algo más que vagas palabras y conformismo. Hasta ahora nos hemos conformado, no sin esperar varias horas para retirar unos cadáveres —padre e hija— de la carretera, tras un desgraciado accidente cerca de las Galanas; o que un ciclista haya tenido que ser evacuado por un helicóptero —miles de euros hora de vuelo— tras lesionarse en una caída antes del puente de la Rocha —el Hospital General queda a poco más de un kilómetro—; que el personal poco cualificado, aunque voluntarioso, estuviese a punto de ahogarse por el humo de un coche incendiado; o que la propia casualidad providencial haya impedido que los bomberos no hayan perecido en sus arriesgados traslados por la autopista para llegar a tiempo a aldeas alejadas para sofocar un pequeño incendio. Puede resultar prudente que los bomberos de Santiago no abandonen su territorio, tanto como crear de urgencia un servicio comarcal de bomberos o hacer viable la dotación de ambulancias medicalizadas -¿es posible que la dotación de personal de cada una cueste unos 600.000 euros al año? ¿Que trabajen 24 horas seguidas y descansen cuatro? ¿Ha pensado alguien quien atiende las urgencias del Barbanza mientas los profesionales están en un siniestro cerca de Compostela? Son preguntas, reflexiones intencionales pero sin culpabilizar a nadie, no obstante demandan corregir lo que parecen graves errores.

La comunidad de Bertamiráns —el ejemplo sirve para otras muchas zonas de Galicia—, es prudente, mesurada y goza de mucho sentido común, lo mismo reclama de sus gobernantes y sindicalistas. La circunspección no es una característica muy gallega pero el Val da Mahía —la Puerta del Paraíso— infunde un modo de ser y estar muy peculiar. Incluso a primera hora de la mañana, mientras algunos duermen con sus coronas de laurel y aprovechando su sordera. Las lágrimas, repito, no deben inundarnos con más danas, ya llegan con las retenciones de agua tras las humanizaciones —pero eso es otro tema—.

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