Opinión | Mujeres
Segundas oportunidades
Desconfíe de las segundas oportunidades, son una trampa. Plantearse la vida como un negociado, en términos de oportunidad y beneficio, no puede llevarle a nada bueno. Quizás le venga bien a sus contratadores, a algún amante obstinado o a algunos de esos coach empeñados en guiarle hacia su mejor versión, pero a usted no. Desengáñese.
Lo de las reinvenciones y los renaceres funciona en los titulares de prensa, pero tiene poco que ver con la realidad.
No suena mal cuando se es una estrella de Hollywood, lo que, aparte de los méritos interpretativos y el glamour, significa que es usted un producto de consumo masivo. Si no es su caso, mejor plantéese la vida desde el aprendizaje y el disfrute, ocúpese de su propio bienestar y del de los suyos, en beneficio del de todos.
Viene al caso todo esto por las publicitadas resurrecciones de Demi Moore y Pamela Anderson. Por fin, después de 40 años de carrera, se merecen la amabilidad de la industria y la crítica. Es su segunda oportunidad, dicen de ellas los perdonavidas.
«Lo de las reinvenciones y los renaceres funciona en los titulares de prensa, pero tiene poco que ver con la realidad»
¿Segunda oportunidad de qué?
Demi Moore y Pamela Anderson son, desde hace décadas, iconos indiscutibles de la cultura pop contemporánea.
Moore protagonizó algunas de las películas más taquilleras de los 90. Con Patrick Swayze y Whoopi Goldberg consiguió que el público se emocionara con un relato de amor tan rocambolesco como Ghost. En 1991 escandalizó, embarazada y desnuda, bellísima, retratada por Annie Leibovitz en la portada de Vanity Fair. Muchas la imitaron después. Fue valiente y se atrevió con papeles como los de Striptease, La letra escarlata o La teniente O’Neil. Fueron inmisericordes con ella y sobrevivió.
A Anderson nadie se atreverá a cuestionarle su estatus de sex symbol, su currículum cinematográfico no es muy florido, sus elecciones profesionales y personales no fueron demasiado afortunadas, pero le ha sobrado inteligencia para seguir sacándoles partido de la industria televisiva y cinematográfica, se ha volcado en el activismo político y social, y cuando ha tenido ocasión ha demostrado que lo de actuar no se le da tan mal.
Querer concederles ahora una segunda oportunidad, como si nada de lo que hubieran hecho antes, más o menos atinadamente, tuviera valor es desmerecer una carrera esforzada, que es la que las ha traído hasta aquí, con sus errores y sus aciertos, con sus altos y bajos, con muchas sombras y luces cegadoras. La oportunidad es vivir, como ellas han hecho. No hay otra.
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