Opinión | Crónicas galantes

La culpa de todo es de Canadá

Si Trump invade Canadá o se anexiona por la brava la isla danesa de Groenlandia, se va a liar una buena dentro de la OTAN. Los países agredidos podrían invocar de inmediato el artículo 5 del Tratado de la Alianza Atlántica donde se establece que «un ataque armado contra uno o varios» de sus firmantes se considerará como un ataque dirigido contra todos ellos.

Dado que los Estados Unidos son miembros de esa organización, el Gobierno yanqui tendría que atacarse a sí mismo en defensa de sus aliados de Canadá y Dinamarca. Y al mismo tiempo, debería defenderse en el caso de que los invadidos opusieran resistencia. A ver quién ata esa mosca por el rabo.

Parece una locura, pero es que anda por el medio un emperador con fama de poco equilibrado que dentro de una semana volverá a sentarse en el trono de la Casa Blanca. De momento, su influencer y financiador, el multimillonario Elon Musk, ya ha rebajado al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, a la condición de simple «gobernador» de uno los Estados de la Unión.

Todo esto ya se predijo hace 25 años en la película satírica South Park, que, como Los Simpson, se anticipaba a los acontecimientos. La película incluía una canción titulada Blame Canadá (Échale la culpa a Canadá) en la que se responsabilizaba a los canadienses de que los niños de Estados Unidos no obedeciesen a sus padres. «Solo quieren decir palabrotas y tirarse pedos», lamentaban los guionistas de la teleserie de dibujos animados.

«Necesitamos organizar un asalto total», concluían los humoristas Trey Parker y Marc Shaiman. «Debemos culpar a los canadienses antes de que nos culpen a nosotros», añadían con ácida ironía antes de sentenciar que Canadá «ni siquiera es un país de verdad». Lo mismo que viene a decir ahora, solo que en serio, Donald Trump.

La canción, todo hay que decirlo, fue nominada a los Óscar del año 1999. Se conoce que eran otros tiempos en los que América conservaba el sentido del humor. Un cuarto de siglo después, aquellas bromas han sido asumidas con toda seriedad por el próximo presidente de los Estados Unidos. Confundir la realidad con la ficción es, a fin de cuentas, uno de los síntomas más repetidos en ciertas dolencias de la mente.

No hay que tomárselo a chanza. Trump ya ha dejado claro que no descarta el uso de la fuerza económica y/o militar para expandir su imperio; y no hará falta recordar que dispone del poder absoluto para hacerlo. Incluso el que le proporcionan las redes sociales, vertedero donde se derraman toda suerte de bulos capaces de conformar la opinión pública a escala planetaria.

Falta por saber cómo se resolvería un conflicto dentro de la OTAN en el caso de que el más poderoso de sus miembros agrediese a otros dos (uno de ellos, vecino). Tal vez la Alianza saltase por los aires, detalle que nunca ha preocupado gran cosa al ya inminente Nerón.

Tampoco es fácil adivinar qué haría España, socio de la OTAN donde de entrada no íbamos a entrar, en el caso de que Trump ejecute sus amenazas. Llámenme loco, pero igual el Gobierno acababa por echarle la culpa del lío a Canadá.

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