Opinión | Shikamoo, construir en positivo
Y que cumplamos muchos más...
Muchos de ustedes seguramente no le den demasiada importancia a la fecha concreta de su cumpleaños. Otros sí, y ya les adelanto que me encuentro en este último grupo. En cualquier caso, es bien cierto que al final el día concreto en que uno cambia el guarismo de su edad no es algo crítico, ni mucho menos, ni nos define por un día menos o un día más... Pero, ya ven, a algunos incluso nos hace ilusión llegar a tal fecha y celebrarla, seguramente porque en ella de alguna manera se amalgama y simboliza todo lo ocurrido en un año, y quizá también los anhelos para el que inmediatamente empieza después. Por eso, y porque en estos días en los que hablamos celebro un año más, déjenme que me desee sólo eso: poder cumplir felizmente muchos, muchos más... Y que ustedes lo vean...
Mucho más allá de la anécdota concreta del día de cumpleaños de cada cual, hablar de ello me motiva el tema de relacionarlo con la esperanza de vida. Ya saben, ese parámetro estadístico que nos dice, en media, cuál es el número de años que un varón o una mujer —de forma así segmentada porque los datos son diferentes— puede aspirar a vivir en un territorio determinado. Pero repito, como media estadística o valor esperado, lo cual es bien diferente a cada uno de los datos reales de la muestra y del universo donde se mide. Una medida central que da una idea general de la cuestión teniendo en cuenta el conjunto, pero que no sirve para analizar la realidad de cada una de las medidas por separado, donde habrá una dispersión respecto a tal media que también podrá ser cuantificada con los parámetros oportunos, tales como la desviación típica o la varianza.
Pero las edades, como todo, son muy relativas en función del contexto emocional y psicológico en el que nos encontremos. Y, precisamente la esperanza de vida juega un papel crítico en tal valoración. Fíjense, conocí a alguien con quien tuve el placer de relacionarme por trabajo, diez años más joven que yo, que siempre se tenía a sí mismo por un hombre mayor. Era de Angola y, por más señas, de la Angola de hace veinte años, muy castigada aún desde el punto de vista económico y social por las secuelas de la guerra. Una buena persona, culta, competente y muy centrada en su tarea allí, que cuando se refería a mí siempre me decía que yo era un hombre joven. Lógicamente, yo le replicaba que cómo podía considerarse él tan mayor y, a la vez, decirme que yo era joven, si le sacaba esos diez años que refería... Y, de forma categórica, él siempre explicaba que no era lo mismo tener mis años en la tierra donde yo habitaba que, cosa muy distinta, en su lugar de origen y residencia. Para él, alguien con cuarenta años era allí un hombre muy mayor, teniendo en cuenta que la esperanza de vida en el país no era mucho más alta que esos cuarenta o cuarenta y pocos... Y él, que seguramente por aquella época tenía pasados los veinticinco, iba camino de tal edad crítica. Yo, sin embargo, desde su óptica basada en la esperanza de vida, era mucho más joven. Le llevaba diez años, sí, y tendría treinta y tantos... Pero veinte años después, aún estaría lejos del umbral marcado por la esperanza de vida para los varones en mi entorno. Visto así...
Hay bastante de erróneo en el razonamiento de mi amigo y compañero de trabajo. Y es que, lo reitero, que la esperanza de vida fuese entonces allí de cuarenta y tantos años está muy fuertemente relacionado, por ejemplo, con el hecho de que en aquella época uno de cada tres niños en aquel entorno no llegaba a los cinco años de edad. Esto y otros factores, como la existencia de amplias bolsas de población con ingresos extremadamente bajos y en una situación de pobreza extrema, reducían la esperanza de vida en el contexto, pero no impedía en modo alguno que una persona concreta llegase a una edad avanzada. O muy avanzada, incluso, como tuve ocasión de conocer en diferentes entornos depauperados. Y es que esperanza de vida y edad de cada cual son cosas bien diferentes, aunque sea bien cierto que a veces tal confusión lastre el ánimo e induzca al pesimismo, ¿no?
En cualquier caso, lo verdaderamente impactante es que al final de este primer cuarto del siglo XXI, a pesar de claros avances tecnológicos y sociales y también en el desarrollo en muchos contextos y países, sigan existiendo enormes capas y segmentos de población donde cuestiones como el aumento de la esperanza de vida, un acceso universal a los derechos más elementales o a los insumos más básicos sigan siendo ciencia-ficción. Eso, queridos y queridas, no dice nada bueno de nuestra especie, que es decir tanto como del conjunto de todos nosotros y nosotras... Se lo dejo para la reflexión, en este miércoles de enero, tantos años después...
Sean felices.
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