Opinión | Shikamoo, construir en positivo

AP-9: El dislate

¿Qué tal están ustedes, amigos y amigas? 2025 ha llegado y, con él, los tradicionales cambios de cada año frente a la anualidad anterior. Y, en particular, las subidas de los peajes. Un incremento que muchas veces no se produce una única vez en los doce meses, como podría ser hasta razonable, sino varias. Los motivos, de diferente índole, pero siempre implicando una nueva merma en el poder adquisitivo de las personas que, por trabajo, tenemos que utilizar de forma cotidiana el único instrumento de transporte por carretera que realmente vertebra Galicia. Y así estamos...

Lo que quiero contarles hoy es que no me parece en algún modo de recibo que, mientras en otras partes del país se han ido eliminando gran cantidad de peajes, aquí los mismos parezcan inmanentes. Y no sólo eso, sino que los mismos suben y suben en una prodigiosa progresión, que parece no tener fin. No hay que olvidar, para entenderlo, el nefasto planteamiento político imperante y vigente durante años, que hoy cronifica los antedichos peajes, y que consistió en un rosario de ampliaciones de la concesión a cambio de mejoras o ampliaciones en la infraestructura. Una solución cortoplacista y que quizá arregló un entuerto de financiación en un momento puntual, pero que comprometió nuestro futuro y que hoy pagamos con creces.

Alguien podrá decirme... «Hombre, pues tan malo no fue entonces el acuerdo, ¿no?, si se realizaron mejoras a cambio de tiempo de explotación». Pero la respuesta es que sí lo fue, y para entenderlo sólo hay que mirar el devenir de la empresa matriz de la autopista y de la propia infraestructura. Un verdadero caramelo que va saltando en los últimos años a las arcas de diferentes fondos extranjeros de los que buscan gran rentabilidad y muy poco apego, ajenos a nuestra realidad, y que no sólo es muy rentable a tenor de las cuentas conocidas, sino con una rentabilidad que no para de aumentar con los años. Y, ¿cómo no va a ser así, cuando el parche puesto por el Estado para paliar la sangría a la que nos vemos abocados los gallegos con tal infraestructura es incentivar su uso a cambio de bonificaciones que pagamos entre todos? Y es que la medida, que aplaudimos por la parte que nos toca, y que alivia un poco la maltrecha economía de los más, en el fondo contempla un único ganador: el propietario de turno de la infraestructura, que aplaude con pies y manos ante un incremento sostenido de la utilización de una infraestructura cada vez peor mantenida y con más problemas. No olviden que, aunque ahora más personas se animen a circular por la autopista porque nos resulta más barato a las personas usuarias de forma recurrente, la concesionaria gana ahora mucho más.

¿Recuerdan ustedes aquellos tiempos en que un camión inyectaba material dispersante en los poros de aquel aglomerado especial poroso que tragaba sin dificultad el agua de nuestra habitual lluvia? Hoy todo eso es ciencia-ficción. Las balsas de agua en tal infraestructura son muy peligrosas, especialmente en tramos que se han maquillado con una fina capa de betún que las propicia, a veces incluso con problemas de drenaje o hasta de peralte. Un verdadero infierno en días complicados por las inclemencias del tiempo, que algunos todavía multiplican más con su conducción irresponsable y que no tiene en cuenta ni a los demás usuarios ni a la más elemental prudencia en situaciones de tal adversidad.

Si la autopista es rentable, ¿por qué nunca se planteó el Estado explotarla directamente, eliminada la lógica del lucro que profundiza en una sociedad cada vez menos equitativa? ¿Qué ocurre que, para un fondo que ni conoce donde está la infraestructura, en ella se gana dinero a manos llenas, y que para el Estado no? ¿No les parece raro? Si la autopista se puede mantener y dar beneficio desde la óptica de empresas extranjeras, advenedizas y que no tienen arraigo en el territorio, ¿cómo no vamos a poder hacerlo entre todos mucho mejor, pudiendo abaratar mucho lo que se paga por transitar por ella o incluso eliminándolo con el dinero de todas y todos, el de los Presupuestos Generales del Estado, que hoy sufren el enorme pago anual de las bonificaciones. Desde luego, es para pensárselo. Para analizar los detalles y, con valentía y decisión, equipararnos al resto de nuestros conciudadanos y conciudadanas de Madrid, Castilla o Cataluña. Es de ley.

Con todo, ojalá venga de Europa la solución a nuestros problemas, ya que desde allí se cuestiona la legalidad de las prórrogas a la concesión, y se busquen otras opciones para que, por fin, podamos ser como el resto de los usuarios de la AP-1, la AP-2, la AP-7 u otras autopistas en las que el peaje es ya pasado. Porque lo que está muy claro es que hoy un usuario medio tiene que pensárselo dos veces antes de realizar el trayecto Ferrol-Tui. Y es que entre los carísimos peajes y el lógico gasto de combustible, a veces le sale más barato ir de Coruña a Londres... Absurdo, paradójico, injusto y... mal hecho.

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