Opinión

Trump: la hora de la verdad

Donald Trump toma hoy posesión como presidente. Y los presidentes americanos, desde que Franklin Rooselvelt entró en guerra contra Hitler y Harry Truman frenó el expansionismo de Stalin en Europa, han marcado la historia. Trump quiere ser un presidente disruptivo, que deje huella. Y hay tres grandes incógnitas interrelacionadas. ¿Cómo influirá en el mundo, qué pasará en América y qué implicará para la economía?

Vamos al mundo. A Trump no le gusta el orden posterior a 1945, en el que América era garante de la seguridad y la democracia liberal occidental, básicamente a través de la OTAN. Tampoco cree en organismos internacionales como la ONU o el FMI. Para él, lo mejor para la paz y el orden mundial es una América fuerte —no aislacionista, sino con ansias de dominio (Groenlandia, Canadá, Panamá)—, con acuerdos o arreglos con los hombres fuertes que mandan en otras partes, como China y Rusia, aunque sean autócratas. O la India y Turquía. No le mueve el poder blando americano (el prestigio por defender las libertades) sino su fuerza para imponerse. Y ningunea a Europa, porque no tiene un hombre fuerte, ya que el poder está fragmentado entre el presidente del Consejo (el portugués Costas), la de la Comisión (Ursula) y los jefes de gobierno de los principales países. Y hay cierto vacío de poder en París y Berlín. Sí, en el BCE (supranacional) hay una mujer fuerte (Christine Lagarde), pero solo en política monetaria.

Europa tiende a creer que Trump es un peligroso paso atrás, pero puede que no se piense lo mismo —según una reciente encuesta de la Universidad de Oxford— en la India, China, Rusia, Brasil y otros países. ¿Un pacto de hombres fuertes impondría mejor el orden mundial y una cierta paz, aunque fuera injusta, que el sistema actual? Y Trump tiene ideas. Algunas, como los acuerdos de Abraham de su primera presidencia, han dado ciertos frutos. Ahora pude imponer un alto el fuego (algo es algo) entre Israel y Hamás, pero quizás eso desestabilice a Netanyahu, su posible gran socio.

¿Impondrá Trump su orden mundial? Su discurso es contundente, pero no tiene el mismo poder que los hombres fuertes de Moscú o Pekín, porque América es una democracia. ¿Podrá mandar más que otros presidentes y ser un hombre fuerte? No será fácil. Ha ganado con claridad la presidencia, pero Kamala Harris era una candidata tardía e improvisada, los senadores son muy suyos —ya ponen pegas a su candidato ultra a la secretaría de Defensa—, y la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, que se renueva por entero cada dos años, es tan escasa como antes. Tiene ganas de mandar mucho, pero su coalición es muy dispar. Va desde populistas como Steve Bannon, que exigen expulsar a todos los inmigrantes, hasta los anarcocapitalistas, como Elon Musk, que quieren una inmigración selectiva y un mercado mundial con muy escasas cortapisas. Bannon dice que Musk es un peligro y lo ataca porque no es ni americano. ¿Podrá Trump mantener unidas a sus tropas? Si no logra ser un hombre fuerte en América —al precio que sea— será menos respetado y temido en el mundo.

Por último, la economía. Trump dice que la palabra que más le gusta es arancel, promete expulsar inmigrantes y bajar impuestos. Las promesas son siempre relativas, pero por poco que cumpla, estas medidas implican menos competencia de productos, menos mano de obra disponible y más dinero circulando. Las tres son inflacionistas. Y los compromisos —Musk mediante— de reducir el gasto público no son fáciles. La Reserva Federal ya rebaja por ello la perspectiva de bajada de tipos de interés. Y el FMI advierte de más incertidumbre en la economía mundial. La bolsa americana está eufórica, pero ya se sabe que los mercados son volátiles. Y si la inflación se dispara…

Trump conecta con un deseo de orden —el que sea— en América. Y quizás en el mundo. Pero como presidente deberá ser tan hábil e imbatible como ha sido como candidato, al lograr volver a ser elegido pese a sus bravatas y su incitación al Congreso a rebelarse contra el resultado electoral de hace cuatro años. Ahora no se medirá por descalificar a los demócratas, sino por su acierto al gobernar. Hoy empieza la hora de la verdad. Para él, para América, y para el mundo.

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