Opinión | Shikamoo, construir en positivo
La guerra, Enigma, Turing y Germán
Ahora que tenemos varios conflictos bélicos abiertos, por los que la Humanidad se desangra, y que desde algunas latitudes nos llegan vientos de más guerras, de una visión imperialista de la acción de gobierno y de la vigencia de la ley del más fuerte en pleno siglo XXI, somos plenamente conscientes del mazazo que supuso la Segunda Guerra Mundial en la sociedad de su tiempo. Un verdadero hito, con un antes y un después muy claro, pero seguramente inevitable ante la retórica supremacista que llegaba de quien gobernaba por aquel entonces en Alemania, como cabeza de un eje donde cabían también otros países como Italia y Japón. Habrá quien, desde un punto de vista netamente economicista, reivindique la guerra —las pasadas, presentes y futuras— como efectivo motor frente al estancamiento —allá quien así lo piense— pero lo cierto es que la misma truncó millones de vidas, sueños e historias. Y pudieron ser más. Muchas más…
En efecto. Ganada ya técnicamente la guerra por las tropas aliadas y con un ejército nazi en retroceso, el fin de la contienda se precipitó por un hito matemático y tecnológico que es difícil de olvidar. Y este no fue otro que la puesta en marcha, por parte de los aliados, de la primera máquina compleja documentada en la Historia que, mediante algoritmos iterativos, era capaz de resolver un problema. Un ordenador o computadora, según como le denominaríamos hoy, pero dedicado a un único problema: descifrar el código, hasta entonces blindado frente a intrusos, utilizado por las divisiones alemanas. Todas ellas iban dotadas con la máquina Enigma, que era capaz tanto de emitir mensajes cifrados como de descifrar los que les llegaban. Pero aquel ordenador puesto en marcha en Bletchley Park fue capaz de adelantarse a las operaciones de los ejércitos de Hitler y, así, preparar con sigilo una respuesta única. Eso sí, sacrificando aún piezas valiosas —y las correspondientes vidas humanas, lo cual planteaba no pocos dilemas éticos— mientras tal acción se cocinaba, para no dar pistas de que conocían la forma de comunicarse del temible enemigo y, por tanto, su estrategia.
Si hay un nombre que se pueda situar al frente de toda aquella ingente labor de cálculo, ese es el de Alan Turing. Él y su equipo, en el que destaca la nunca suficientemente reivindicada Joan Clarke, consiguieron lo imposible. Su incalculable esfuerzo ha llegado hasta hoy, y ahora es posible saber un poco más de ello en nuestra ciudad. Y es que mi amigo Germán Sáez, profesor titular de matemáticas de la Escuela de Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Cataluña, doctor en matemáticas y miembro del Grupo de Investigación de Matemática Aplicada a la Criptografía y la Cátedra Carismática, se pasará por aquí para contarnos mucho más de Enigma, de la criptografía y de la matemática que hay detrás de todo ello. Pero también de la Historia. O de esas cosas de la lingüística que son emisor, receptor, código y mensaje… Será fantástico, y juntos visitaremos cinco institutos muy queridos para mí, para hablar de todo ello con chicos y chicas de la ESO y Bachillerato. Pero también habrá la posibilidad de que aquellas personas a las que esto les interese —¿usted mismo?— puedan asistir a un acto más público. Y es que la charla-taller sobre Enigma se replicará también en la sede coruñesa del Muncyt, a las 19.00 horas, el viernes 31 de este mes. Será una fantástica oportunidad para charlar juntos sobre Enigma, sobre Turing y sobre cómo la ciencia y la tecnología pueden cambiarnos la vida, de mil maneras, siempre y cuando se utilicen para el bien común y guiados por una ética que jamás debe faltar… Porque ejemplos de lo contrario también hay…
Precisamente en tal Sede del Muncyt tuve ocasión de contemplar alguna vez, de primera mano, una de las máquinas Enigma, operativa algún día quizá en un submarino o en un grupo de tanques Panzer... Pues esta vez tendremos tiempo para conocer sus secretos, al tiempo que rememoramos sucesos bélicos de corte planetario que, por el bien de todas y todos, deberían no ocurrir más. Igual que otros acontecimientos ligados ya indeleblemente a la figura de Turing, quien fue represaliado por ser diferente a la heteronormatividad imperante en la época, y que terminó suicidándose como consecuencia de todo lo que sufrió, a pesar de todo lo que le regaló con su gesta a las gentes de entonces y de lo que, por supuesto, hoy seguimos beneficiándonos... Tiempo habrá también en ese espacio con un comunicador e investigador fantástico y buen amigo desde hace treinta años, Germán Sáez, para hablar de todo ello. ¿Les apetece? Pues…
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