Opinión | Viento fresco

El virus nuestro de cada día

Hay gripe. Y un virus en danza tumbando a hombretones, derribando a mujeronas, bombardeando a ancianos, abatiendo niños, sojuzgando a oficinistas, amenazando, volando, dando por saco e infiltrándose por entre nuestras narices, mucosas y entretelas.

Hoy no voy, no puedo ni levantarme, afirma lastimero Palomeque, el compañero de trabajo. Todos tenemos un Palomeque frágil que se nos pone malito a las primeras de cambio. Cuídate, le decimos cariñosamente queriendo que no aparezca por el curro y nos contagie.

Las urgencias están saturadas, aunque esta frase también se puede pronunciar el 20 de septiembre, el 8 de julio o pasado mañana por la tarde. Aquí y a cien kilómetros. Los clínex se gastan rápido, las farmacias dispensan remedios, pastillas, analgésicos, antibióticos y jarabes para la tos. Me pone dos.

Vuelven las mascarillas igual que de cuando en cuando vuelve la minifalda. Se ven por las calles y uno recuerda los tiempos de pandemia. Hasta hace poco el recuerdo de esa época era tristón, agridulce, tiempos oscuros, nos decíamos. Ahora uno le ve, con el paso del tiempo, muchas ventajas a ese confinamiento y al enclaustramiento voluntario: paz, tranquilidad, sin compromisos ni salidas innecesarias, viendo una película al comienzo de la tarde, cocinando un pastel luego, abriendo un vino a la noche, leyendo en la madrugada, durmiendo sin el apremio del despertador, mirando por el balcón, escribiendo con tranquilidad, discutiendo con la familia, espiando a los vecinos, repitiendo como un cretino que de esta saldremos mejor.

Hay que cuidarse y ponerse a salvo de la gripe y los virus. Hay que consultar el médico asumiendo el riesgo de entrar en la consulta con un mal y salir con dos. Conviene cuidarse de enero y sus dagas frías, dijo el poeta. Y si no lo dijo debería haberlo dicho, a ver si van a estar todo el día versificando la muerte, el amor, la vida y los desengaños. Como el que sufre el que creyendo infranqueable sus defensas se ve invadido por un virus. Nuestra vida son los virus, que nos ponen cuerpo de calamar.

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