Opinión | Al azar

El juez hunde a Errejón sin darse cuenta

Tres obstáculos se interponían en la querella de Elisa Mouliaá contra Íñigo Errejón por agresión sexual. En primer lugar, la escasez de pruebas sobre los presuntos ataques en serie en un mismo día. En segundo lugar, el tiempo transcurrido. Al margen de las prescripciones, la denuncia años después despierta escepticismo aparte de obstaculizar las comprobaciones imprescindibles, véase la efectividad de la actuación inmediata en el caso Alves y otros futbolistas. En tercer lugar, quienes nos hemos negado a participar en Tele 5 cobrando y pese a que nos facilitaban los comentarios que debíamos verter, tenemos derecho a sospechar de quienes pasan por caja en el mismo programa que Bárbara Rey. Con audiencia moderada, todo sea dicho.

La propia Mouliaá apuntaba a que una admisión de culpa razonable de Errejón podía zanjar la cuestión. Por desgracia para el líder de Podemos y de Sumar, que ha abdicado de las doctrinas de sus partidos sobre el consentimiento sexual y sus cautelas, se interpuso la figura del juez instructor. Toda persona que ha interrogado a otra advierte de inmediato que las preguntas asfixiantes a la actriz en el juzgado, ¿y por qué de pie, al borde de la tortura física?, tienen por objetivo destruir su querella desde una agresividad contraproducente. En cambio, el tono más favorable hacia el político de izquierdas pretende patrocinarle, a cambio por supuesto de que renegara de los principios del «solo sí es sí». Y en efecto, el querellado ha abjurado de su fe.

Cuando la CIA anulaba físicamente a los detenidos, el FBI reprochaba a sus colegas que se obtenían mejores resultados desde el respeto al ser humano escrutado, con independencia de los delitos que se le atribuyeran. Abundan las pruebas sobre el particular. Sin darse cuenta, sin querer, el juez ha hundido a Errejón, lo ha aproximado al juicio que pretendía evitar. El magistrado ha consolidado la débil acusación de la denunciante, al dejarla sin aire para exponer sus contradicciones. Se parece a la izquierda en que no entiende quién manda aquí.

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