Opinión
Del 15M a Elon Musk: anatomía de un despropósito
Los protagonistas del asalto a los cielos vía Twiter durante el 15M abandonan ahora X empujados por el periodismo aristocrático. En 10 años, las redes sociales han pasado de ser un instrumento de emancipación que algunos quisieron encajar en su vetusta lucha de clases a convertirse a sus ojos en una nueva forma de dominación del complejo industrial militar. Ni una cosa ni otra. Las redes han triunfado porque responden a algunas de las necesidades que demandan quienes han nacido y crecido en el era digital: inmediatez, horizontalidad, cocreación, narcisismo, identidades abiertas, etcétera. También han servido para purificar algunos vicios acumulados por el monopolio informativo de los medios tradicionales. Pero las redes han acabado consumiéndose en sus propios límites: mientras mantengan prácticas como la irresponsabilidad de los que ejercen de editores en ellas, el anonimato o la opacidad de sus algoritmos pueden ser muchas cosas pero no sirven para garantizar el derecho a la información de los ciudadanos que exigen las constituciones de las democracias liberales.
La llegada de Elon Musk ha catalizado un movimiento pendular que llevaba un tiempo larvándose. Muchos de los que se han sentido maltratados por las redes abominan de ellas y exigen todo tipo de prohibiciones con algunos toques de hoguera inquisitorial. Las redes han llegado para quedarse en aquello que sigan siendo útiles a los ciudadanos. Fundamentalmente el entretenimiento y algunas formas de participación. Pero es evidente que si fías todo tu derecho a la información a X puedes acabar encontrándote a Trump o a Abascal en el poder. O si pones toda tu publicidad en el servidor de Google el menos pintado te puede lanzar una opa o dejarte sin clientela por un bulo. Ante esta realidad, el paso dado por Pedro Sánchez en Davos va en la dirección correcta: responsabilidad editorial de las plataformas equiparable a la de los editores, fin del anonimato y transparencia de los algoritmos. Hágase.
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