Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

Lucas Pérez, una salida imparable

Lucas Pérez, una salida imparable

Lucas Pérez, una salida imparable

El día que Idiakez cogió en la mano la famosa bolsa de basura para marcharse de Abegondo con la carta de despido debajo del brazo poco le faltó a Lucas Pérez para aguantar la puerta que había dejado caer el vasco. Y no era por el hecho en sí, que también, sino porque él era la pieza principal que aguantaba esa torre de madera de equilibrios en la que se sustentaba su estadía como jugador del Deportivo. Ese fue el momento en el que se vino todo abajo para el coruñés, aunque se acabó gestando y explotando en diferido. A Lucas le adoran la ciudad y gran parte del deportivismo, José Ángel no ocultó el sábado que era «el líder dentro y fuera del campo». Pero había y hay también una situación personal, una añoranza que le empuja a irse a Madrid, hay más problemas que le generaban una profunda incomodidad en el día a día, algo a lo que nadie era ajeno en Abegondo. Todo, a duras penas, se iba compensando hasta que un 3 de enero verbalizó ante sus jefes lo que ya se pudo producir el mercado de invierno pasado o incluso este verano de 2024: quería marcharse del Deportivo.

El coruñés debería jugar una última vez con la camiseta del Deportivo en Riazor en un Teresa Herrera o algo parecido

Hay costuras que es imposible volver a hilvanar y al Deportivo le rasgó el pasado mes de diciembre de 2023. El equipo llegó a coquetear con el descenso a Segunda RFEF. Idiakez estaba cuestionado, pero tenía el apoyo de vestuario y de una parte del consejo. Se puso encima de la mesa incluso la continuidad del delantero coruñés. El equipo salvó dos bolas de partido y emergió imparable. Nadie podía con ellos. En el campo, porque aquellas cicatrices seguían presentes, más allá de que las tapasen el barniz de las victorias. Si no mencionó en su carta de despedida a Massimo Benassi y a Fernando Soriano, no fue por casualidad o error y no era la primera vez que algo así pasaba. También ocurrió con Idiakez. La piña mecánica también tenía forma de trinchera y en esa estaban Lucas, el vasco y los capitanes. Tenían la sensación de haber construido algo hermoso, contra todo y contra todos. Nada forja lealtades como compartir situaciones así. Desde octubre ya faltaba uno de los compañeros de los días en los que las balas silbaban y así se hacía todo mucho más cuesta arriba. Las razones se apilaban y la balanza se desequilibraba. Quizás debía haberse marchado el pasado verano o aguantar hasta este próximo mes de junio, pero a él ya se le hizo todo insostenible.

El propio Lucas ya puso en duda su continuidad en el Dépor el pasado verano. Temblaron los cimientos de A Coruña pocos días después de consumar el ansiado ascenso. Desde el balcón de María Pita tranquilizó a todo el deportivismo. Desde entonces las partes intentaron limar asperezas, incluso el jugador reconoció el pasado miércoles que hace meses el club le ofreció una renovación que él no quiso aceptar porque no encontraba, de momento, las condiciones adecuadas para pensar a largo plazo como deportivista. El club defiende que desde entonces quiso tener y tuvo más atenciones con el ya ex capitán. Se reproducían los contactos, se le informaba incluso de aspectos de la planificación deportiva. La idea era que Lucas se sintiese en el centro del proyecto, algo que necesita en todos sus equipos, pero sobre todo en A Coruña por cómo siente esta camiseta. A la vista de lo ocurrido, no fue suficiente o porque a Lucas no le llegó o porque no se tuvieron los suficientes detalles o por una mezcla de ambos supuestos. Incompatibilidades. La realidad es que ahora mismo Lucas Pérez es historia en el Dépor, aunque en su caso nunca se puede decir nunca jamás a una cuarta o a una quinta etapa.

La salida también tuvo sus tiras y aflojas. Desde pocas horas después de aquella reunión del 3 de enero, se negoció el finiquito, como siempre en estos casos. La famosa carta, de unas pocas líneas y en la que se le solicitaba compromiso total, terminó por dinamitar todo. El club no le daba más importancia que la de tener un papel con las intenciones del jugador ante cualquier tipo de vaivén futuro, mientras que a Lucas le pareció que esa misiva era dudar de él y de lo que había dado al Deportivo después de que retornase a A Coruña el 31 de diciembre de 2022 renunciando a ganar mucho dinero en el Cádiz de Primera. Con la batalla del relato en disputa, todo parecía encaminado a solucionarse el pasado martes y se prolongó al miércoles por unos flecos económicos y por otras cláusulas de otra índole del contrato de rescisión que no convencían al delantero coruñés.

Partido homenaje

Lucas se acabó despidiendo en una rueda de prensa que nunca se tenía que haber cortado. Todos tienen derecho a expresarse y a dar su versión. Más allá de ese detalle, el gran problema es que Lucas Pérez no pudo decir adiós en el campo. Fue un cariño del deportivismo que le llegó por las redes sociales, por su día a día en la calle, por ese aplauso del minuto 7 que hasta tuvo contraprogramación, pero no con él en el campo y con la camiseta puesta que siempre soñó portar. Sí que se la enfundó, salvó a su club, ascendió, lo impregnó a todos los niveles. Fue una razón más para que muchos niños de A Coruña quisiesen ser del Dépor. El club decidió ya ese día ponerle una placa en su asiento de abonado, pero el gesto definitivo y justo con Lucas y con el deportivismo sería que se le diese la oportunidad de volver a jugar este verano con la camiseta del Dépor en el Teresa Herrera o cuando sea necesario o posible. Sin miedo a plebiscitos, todo por la grada.

Los matices en el adiós de Lucas son importantes. Lo que subyace de fondo es que el Dépor, por unas razones u otras o más allá de quien sea más o menos culpable, es incapaz de retener a sus capitanes, a sus símbolos. No le está siendo posible crear el ecosistema ideal para que echen raíces. Se le han ido tres en un año y los tres son coruñeses. Mackay, Álex y Lucas. El Dépor busca ser un club de cantera y cuidarla también va por ese camino, no solo por invertir en Abegondo, formarles y ofrecerles buenos contratos, algo que también es vital. Ahora lo está haciendo con Yeremay. Es de casa, le hace importante, lo mima. Ojalá sea el principio de una nueva era, aunque el canario pueda tener una fecha de caducidad cercana como deportivista. Lucas se ha marchado, que el resto no deseen marcharse o que se vean empujados a irse nunca.

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