Opinión | El ruido y la furia

Un cantar de pájaros

La música de las estrellas es un cantar de pájaros. Diríamos que se confirma que Pitágoras tenía razón también en esto. El sabio que quizás todo lo supo ya habló de “la armonía de las esferas”, teoría en la que propuso que el Sol, la Luna y los planetas, el universo todo, está gobernado según proporciones numéricas armoniosas y que las estrellas se mueven en torno a proporciones musicales, tal si bailaran.

En los años sesenta del siglo pasado unos científicos en la Antártida percibieron en sus radios unas extrañas ondas que sonaban como un trinar de pájaros. Las ondas estaban originadas en el ecuador de nuestro planeta. Después se supo que en Saturno y Júpiter también se escuchaba ese cantar, y entonces se pensó que era producto del campo magnético que generan los planetas entre sus polos. Ahora, otros científicos, setenta años después, han descubierto estas ondas en el espacio profundo, aunque hasta ahora se pensaba que solo podían suceder cerca de los planetas. Las han llamado “ondas de coro” y, afirman, “el hallazgo nos acerca a los mecanismos que gobiernan el cosmos”. También han confirmado que, efectivamente, suenan igual que los trinos de los pájaros al amanecer.

El universo parece tener un sutil sentido de las compensaciones. En el momento en que uno podría hundirse en la miseria que es el mundo viendo cómo los multimillonarios envían soldados a las fronteras para que los desheredados no se les acerquen, cómo recrudecen sin compasión la vieja guerra de los ricos contra los pobres, la de los que tienen lo que no podrán gastar contra quienes no tienen “ni chiripa de bolsa ‘pa’ taparse el rabo”, como cantaba el viejo Cafrune, de pronto alguien confirma que sí, que el Universo se mueve al ritmo de la música, con un trinar de pájaros, y de repente hay un rayo de luz entre tanta negrura, y aunque todas las tinieblas sigan ahí, en manos de desaprensivos, de los más malos entre los malos, la mínima belleza de esa luz hace que uno pueda seguir respirando.

Un cantar de pájaros… Alguna vez me he quejado, en algún poema que anda por ahí extraviado, porque uno todo lo escribe con vocación de naufragio, del “gran error de no haber sido pájaro”. Eso hubiera querido, “ser pájaro o brújula para soñar el norte,/ ser brújula o pájaro para idear el sur”. Un pajarillo cantarín, pongamos por caso. Pero así son las cosas que se desean, que casi nunca se pueden alcanzar, siempre tan lejanas (¡qué lejos de los labios queda siempre la copa!) y más ahora, cuando de pronto el mundo ha decidido acelerar el ritmo de su propia destrucción entregándose en manos de quienes hacen del odio y el desprecio al otro su única manera de vivir y de la acumulación absurda de riqueza su único objetivo, sin pararse jamás a escuchar la música de las esferas, ese canto de pájaros que nos advierte de que si no es armonía es destrucción.

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