Opinión | La hoguera

Raque Ogando, la reconciliadora

Hay por ahí una feminista gallega que me cae muy bien. La descubrí en un debate con mi amigo, el youtuber Sergio UTBH, y ella le puso las cosas tan difíciles que luego le escribí a él un correo para decirle que habían estado genial los dos. Había estado genial ella. Tanto, que sin decírselo le mandé ánimos a Sergio, porque es mi amigo. Debates duros entre personas que piensan distinto, pero piensan, son lo que ha faltado en la sociedad esclerotizada de la batalla cultural. Los buenos debates no los gana uno u otro aunque los gane uno: los ganamos todos.

Esta feminista se llama Raque Ogando. Su madre es o ha sido cajera de hipermercado y su padre un cabrón. Tengo comprobado que un padre cabrón y una madre vulnerable casi garantizan una hija de izquierdas y feminista. En una línea sinuosa entre Jessa Crispin y Margaret Atwood, Ogando critica el feminismo identitario por lo que tiene de infantilizador y victimista, y también reivindica una óptica con la clase delante del género, porque la mujer pobre tiene más problemas y adversarios en común con el hombre pobre que con una ministra pija, soberbia e insufrible.

Raque Ogando se ha hecho más conocida porque considera que lo que se ha hecho con Errejón es una salvajada. Habla de la presunción de inocencia como si fuera machista, porque para desgracia del feminismo se ha entregado este concepto a sus más fieros adversarios, como se hizo antes con la libertad de expresión. Libertad de expresión es precisamente lo que tiene Raque Ogando: de izquierdas y feminista, dice sin miedo lo que el feminismo y la izquierda consideran herejía. Por ejemplo, que los hombres de izquierdas están castrados y eso no lleva a ninguna parte. Por ejemplo, que existen mujeres capaces de aprovecharse del poder ambiental del feminismo para beneficiarse con la publicación a troche y moche de infamias anónimas.

El otro día me ofrecieron ir a 59 segundos para hablar del caso Errejón y, como no podía, les sugerí que llamasen a una tal Raque Ogando. Me alegró verla en el plató, enfrentada a Cristina Fallarás, y recordando a quien no haya perdido los estribos que una denuncia anónima tiene más que ver con el medievo que con un futuro resplandeciente. Personas como esta le reconcilian a uno con viejas etiquetas que terminó despreciando a la vista de lo que la realidad hace con las ideas. Por ejemplo, con la etiqueta izquierda. Por ejemplo, con la etiqueta feminismo.

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