Opinión | El trasluz
Cuidado con las cópulas
El mundo se acaba todos los días porque la condición del mundo es la de acabarse (de hecho, está escrito que tendrá un final). Pero, luego de que te hayas quedado sin papel higiénico, te acercas a la tienda de los chinos y lo repones en un santiamén. O sea, que el mundo empieza cada día con el papel higiénico como el Universo comenzó con un estallido de carácter gástrico. De paso, ya que estás en los chinos, compras una botella de aceite de girasol, quizá también un par de yogures griegos para la cena. Todo en orden, al menos en tu casa. En la de al lado, a lo mejor han agotado el champú y están todos demasiado ocupados para resolver el problema. En la de enfrente, vive un anciano solo que hace días que no sale, de modo que quizá se haya quedado difunto en el sofá, con la tele encendida. Mi mujer y yo estamos discutiendo la posibilidad de llamar a los servicios sociales o a la policía.
En fin.
El mundo es una mezcla alucinante de acabamiento y resurrección. A veces, la muerte y la vida se dan en el mismo acto. Recuerden a esa niña de dos años que se presentó en la frontera de los EE UU con un papelito en el que alguien había escrito un número de teléfono. Creo que venía de El Salvador. No sé cómo sobrevivió esa pobre Caperucita a los lobos con los que se tropezó por el camino. Tal vez no sobrevivió, tal vez lo que vieron los policías fronterizos fue un ángel extrañamente corporeizado. Vivimos rodeados de fantasmas. En resumen, que esa cría está viva y muerta al mismo tiempo, como el gato de Schrödinger.
Me da por pensar en todo esto mientras busco la pasta de dientes que se ha acabado sin que a nadie, en esta casa, se le haya ocurrido reponerla, tampoco a mí, que me acerco en chándal a la esquina para comprar un tubo nuevo de una marca cualquiera. De regreso al hogar, enumero los países en los que el mundo se está acabando de verdad porque las bombas se ceban en ellos. Se me ocurre entonces que deberíamos racionar el dentífrico. En Cuba gritaban socialismo o muerte y han acabado teniendo las dos cosas de forma simultánea. Y lo que separaba una cosa de la otra es la distancia que va de una conjunción disyuntiva a una copulativa.
Cuidado, pues, con las disyunciones. Y con las cópulas.
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