Opinión | Inventario de perplejidades
Sobre la quimera del oro
La toma de posesión de Donald Trump como 47º presidente de los Estados Unidos sirvió para hacer una renovada coreografía de uno de aquellos actos de masas que tanto gustaban a Hitler, Mussolini, Stalin y, en tono menor, a un caudillo totalitario como el general ferrolano de todos conocido.
Se había previsto un desbordamiento popular ante el Capitolio, pero un helador e imprevisible descenso del termómetro (quizás como advertencia de la abrumadora superioridad del cambio climático sobre los negacionistas) obligó a celebrar la ceremonia en el interior, donde todos se apretujaban como sardinas en lata. Dado que les supongo enterados de todas las barbaridades que allí se dijeron por boca del bocazas (nunca mejor dicho) de Trump, eso me exime de aburrir con enojosas repeticiones. La sesión resultó un disparate tras otro. Desde los anuncios de abandono de la Organización Mundial de la Salud y del Acuerdo de París sobre la inminencia del cambio climático, hasta reanudar la perforación de yacimientos de petróleo sin límites, mediante la destructiva técnica del fracking. El resto (deportaciones masivas de migrantes, expediciones a Marte para plantar la bandera de las barras y las estrellas), es conocido. Pero la gran novedad del espectáculo fue la presencia en lugar destacado de los multimillonarios Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, entre otros, como asesores o colaboradores del presidente Trump, que le ha puesto despacho al primero de ellos, considerado oficiosamente como el hombre más rico del mundo. El capitalismo procuró mantenerse discretamente en la penumbra de las sociedades interpuestas y de los entramados financieros más o menos anónimos y más o menos lejanos. Lo actual, lo fetén, que diría un castizo, es la incorporación de cada vez más amplios sectores del electorado a formaciones políticas reaccionarias que prometen resolver problemas complejos en «horas veinticuatro». Tal que presumía de hacer Lope de Vega, uno de los mayores ingenios de nuestro Siglo de Oro, respecto de su facilidad para escribir obras de teatro.
Desde la conquista de América, la obsesión por el oro y por la forma de conseguirlo de la manera más rápida y cómoda posible ocupa las ensoñaciones de muchos españoles. Y esa, digamos, pereza, para prescindir de una manipulación posterior que mejore, o al menos lo intente, la materia prima en bruto desdeñando la posibilidad de hacerla más rentable mediante lo que los economistas llaman «valor añadido». El influjo de este rasgo de carácter sobre la Historia que nos contaron para explicar las causas de la larga decadencia del Imperio español afecta tanto a la elite como a la plebe. Y se resume en la frase lapidaria de don Miguel de Unamuno. «Que inventen ellos», dijo el famoso rector de Salamanca.
La invocación al oro se ha incrementado desde la llegada de Trump a la Casa Blanca. El magnate del pelo teñido en oro ha prometido a los norteamericanos que ahora empieza una «Edad de Oro». Aunque podría ocurrir que el alquimista de Washington acabe convirtiendo el oro en chatarra, un proceso que no cabe descartar.
P.D. Una sugerencia a los medios escritos, radiados o televisados en el idioma español. Deberían publicar, radiar o televisar la hermosa respuesta con la que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, le paró los pies a la fanfarronería de Donald Trump, que lo amenazaba con aplicarle aranceles abusivos. Búsquenla antes de que la censuren total o parcialmente.
Suscríbete para seguir leyendo
- Goya 2025: Los 10 momentos clave de la gala
- EN DIRECTO | RC Deportivo - UD Almería
- Los gritos de Melody en la alfombra roja de los Goya que desquiciaron a Jedet: '¿Puede dejar de cantar?
- El absentismo en la recogida de basura continúa: 1 de cada 4 trabajadores no acude a su puesto
- Un pueblo con playa de la provincia de A Coruña está entre los más baratos para comprar una casa: 645 euros el metro cuadrado
- Arde un piso en la avenida de Hércules, en Monte Alto
- El arte de hacer que todo salga bien
- Yeremay: «Pedí ayuda, no me sentía yo, ahora lo llevo mucho mejor»