Opinión | Shikamoo, construir en positivo
Educación sexual
Hoy me he colado, queridos y queridas, en una sesión sobre educación sexual. Bueno, en realidad las cosas son un poco menos naïf que como lo cuento... No es que me haya colado, lo cual sería absolutamente impropio, sino que como tutor académico de un grupo de cuarto de secundaria -con el acuerdo y hasta la invitación del estudiantado y la relatora- me he quedado a una fantástica sesión sobre el particular dirigida por una profesional especialista en este tipo de formación. Y... Chapeau!, queridos amigos y amigas. Me pareció pertinente, desde un enfoque interesante a la vez que ameno, dinámico y, sobre todo, muy necesario. Porque lo cierto es que, cuando la educación sexual no está presente, entonces la industria del “porno” y los estereotipos son los que se hacen fuertes. Y entre tal realidad y los problemas asociados a una educación en tal sentido deficiente o no existente, hay bien poco...
Déjenme que me repita, en la línea que hemos defendido muchas más veces, y que insista una vez más en que es fundamental un chorro de información veraz y sistematizada sobre cualquiera de los aspectos de nuestra vida, más allá de los sesgos, los mitos o las falacias. Y, en particular, en este tema no puede quedar fuera tal planteamiento. ¿Por qué? Pues porque es algo importante, delicado en una edad compleja y a lo que hay que prestar la atención debida. Y ese será luego, fíjense, el mejor antídoto contra la desinformación, las verdades a medias y las mentiras a medias. Y hoy, en estos tiempos líquidos y posmodernos, donde la información y su contrario se confunden, es evidente que el disponer de contenidos reales y veraces, contrastados y contados de la forma oportuna, es puro oro líquido.
Sé que hay voces discrepantes contra este planteamiento, y que hay familias a veces que se sorprenden por tratar estos contenidos en el entorno de un centro educativo. Es más, incluso hay quienes lo cuestionan abiertamente, aduciendo que son ellos y ellas, como progenitores, los que tienen el derecho y el deber de tratar tal tipo de cuestiones con sus hijas e hijos. No estoy de acuerdo, y les voy a contar por qué. Miren, mi respuesta es que se trata de un tema tan importante para el equilibrio físico y psíquico de la persona, que todos los individuos tienen derecho a tal información y formación clara, de forma científica y desprovista de prejuicios, y no sujeta a consideraciones netamente culturales o a una determinada presión de grupo fruto de planteamientos morales particulares. Y es que todo ello es muy respetable, oigan, para practicarlo uno mismo... ¿Pero también para imponerlos a tus hijos o hijas, solamente por el hecho de que esta sea en este momento concreto tu visión de la vida? Sobre esto les invito al debate...
Es una realidad que aspectos como las relaciones prematrimoniales, el grado de desinhibición de la persona en estos temas, cuestiones relacionadas con distintos modos de autopercibir el género o la orientación sexual y otras son vividas de forma muy diferente en este momento social por personas muy distintas. Bien, es importante que sea así, ¡viva la diversidad! Pero... ¿que uno sea por ejemplo muy tradicional en todo ello es suficiente como para trasladar de forma obligatoria tal patrón a su descendencia, sin posibilidad de que esta pueda discernir en relación con su propia lógica de vida? O al revés, oigan... Es por ello que me parece algo muy importante que, independientemente de la familia que le haya tocado a cada uno, se pueda conocer para poder tener criterio y, a la postre, elegir y tomar decisiones de una forma madura y libre.
Uno de los ejercicios que hacían los chicos y chicas en la sesión les interpelaba sobre la frecuencia con la que se habla de sexualidad en sus casas... Y el resultado era, cuando menos, dramático. A una chica su hermano le hablaba só lo en términos de chascarrillos. A otra chica le avisaban y aleccionaban únicamente sobre el riesgo y el miedo... A una tercera su padre y su tía le decían que tuviera cuidado para que no pasase nada... Y al resto, cero punto cero. Nada. Chicos de quince, dieciséis y diecisiete años que no han recibido nada de formación ni información sobre el particular... Claro, el resultado de todo ello es que, al final, se generan verdaderos esperpentos en la mentalidad de los y las jóvenes. Cero información y formación veraz por parte de la familia o de otros referentes próximos, y sólo algunas pocas sesiones como la referida -interesantísimas, pero que no dejan de ser escasas-, que seguramente no lleguen para alcanzar los objetivos.
Queridos y queridas, contra el desconocimiento y el estereotipo, el tópico y la desinformación, está la educación. La misma tiene la beatífica capacidad de mejorar nuestra realidad en todos los aspectos. Y, como no, también en este tema particular. Soy de los que piensan que los chicos y las chicas serán siempre mucho más felices si tienen la capacidad de encontrar su propio camino desde la información y el conocimiento, sin constricciones artificiales y siendo capaces de comprender por ellos mismos el valor de todo. También de lo que tiene que ver con las relaciones con los demás, en cualquier sentido. Y luego, a partir de ahí, fundamentar su personalidad -y también su sexualidad- sobre bases sólidas, optando en libertad. El rol de los y las demás, a partir de ahí, será respetar y pedir respeto... Esa es para mí la piedra angular sobre la que edificar casi todo, partiendo de la más increíble diversidad y afanándonos por crecer juntos y juntas en todo aquello que nos una y en lo que nos podamos apoyar...
Me voy ya... Hasta la próxima columna. Cuídense...
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