Opinión
Europa ‘first’
Tres décadas después del nacimiento del mercado único (1993), la Unión Europea se enfrenta a los mayores desafíos desde su creación. Cómo se aborden estos desafíos va a determinar si afianza su peso político y económico en el mundo o si lo pierde para siempre.
Los condicionantes sobre los que la UE había basado su modelo de crecimiento han dejado de existir. Europa ya no podrá beneficiarse de la globalización para impulsar su industria, ni del precio bajo de la energía suministrada por Rusia, ni del dividendo de la paz. Tampoco podrá mantenerse al margen del desarrollo de las grandes revoluciones tecnológicas, especialmente en el ámbito de la IA. Todo ello va a obligar a la UE a invertir grandes cantidades en defensa, tecnología y energías limpias. Según el informe Draghi, 800.000 millones en inversión pública y privada (el 5% del PIB). La única manera de que Europa pueda financiar toda esta inversión es que aumente su productividad y, con ello, la capacidad de generar ingresos fiscales con la que financiarla.
Coger el tren de la productividad no será fácil, después de dos décadas rezagados respecto a EEUU. En contra del pesimismo imperante, mi opinión es que Europa dispone de las condiciones para conseguirlo. En comparación con EEUU disponemos de un nivel de formación de la población más elevado, exceso de ahorro, menor endeudamiento, un mercado interior de 450 millones de consumidores con ingresos altos y un Estado del bienestar que reduce las desigualdades y ofrece a sus ciudadanos una mayor calidad y esperanza de vida. Europa no es un museo, como nos describe Trump, sino el mejor lugar para vivir. Pero debe serlo también para trabajar. Para ello, es necesario favorecer la actividad empresarial y su crecimiento. Urge reducir la burocracia, la normativa medioambiental, la fragmentación del mercado interior y crear un mercado de capitales único, que cuente con grandes entidades financieras capaces de escalar proyectos empresariales.
A todo esto, las últimas semanas han sucedido dos noticias que añaden presión a Europa para actuar. La primera es la alta probabilidad de que Trump impondrá aranceles a los productos europeos. Cuando esto suceda, Europa debe estar preparada para negociar y evitar una guerra comercial que perjudique tanto a norteamericanos como a europeos. Hay que recordar que la subida de aranceles tiene un gran impacto sobre los precios y el crecimiento económico. A corto plazo, los grandes perjudicados acaban siendo los ciudadanos y las empresas, que pagaran más por los productos importados. Con precios más altos, los tipos de interés también se mantendrán en niveles más elevados, perjudicando el consumo, la inversión y el crecimiento económico.
La segunda gran noticia es la aparición de DeepSeek (la nueva IA china). Cuando pensábamos que Europa había perdido la carrera de la IA, ahora tiene una segunda oportunidad para desarrollar un modelo generativo propio de forma más económica y rápida. Pero, además de promover la inversión, es importante que las empresas desarrolladoras en Europa puedan entrenar los modelos en las mismas condiciones que sus competidores estadounidenses y chinos. Sin las mismas reglas, será imposible jugar la partida.
La UE se ha acostumbrado a actuar en el filo del precipicio, como pasó en la crisis de la deuda pública. Ha llegado el momento de pasar de los informes (Draghi y Letta) a la acción. Como ha reconocido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en la presentación de la Brújula para la Competitividad: «Ahora ya tenemos un plan y también la voluntad política. Lo que importa es la rapidez y la unidad, porque el mundo no está a nuestra espera. Todos los estados de la UE están de acuerdo con esto, así que vamos a convertir este consenso en acción». A pesar de que el momento político no es el más favorable, con el liderazgo francoalemán en horas bajas, urge hacer frente al desafío norteamericano. Se debería empezar por aprobar un nuevo paquete de inversión financiada con deuda pública europea; por crear el régimen jurídico nº 28, que permita a las empresas beneficiarse de un conjunto único de normas cualquiera que sea el país en el que opere de la UE; por aprobar una ley ómnibus de simplificación de normativa medioambiental, y por revisar las normas de contratación pública, para dar prioridad europea en la contratación en sectores y tecnologías fundamentales. Comienza el Europa first.
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