Opinión | Shikamoo, construir en positivo
Un mundo de oportunidades… para cuatro
Hasta ahora, queridos y queridas, el problema de la inequidad se circunscribía más al ámbito de aquello de lo que cada uno disponía o no para poder llevar a cabo su propia vida, que no es poco. Y es que es evidente que muchos aspectos que tienen que ver con la felicidad están fuertemente imbricados al hecho de tener o no tener, por mucho que la disponibilidad de unos determinados ingresos no sea el patrón que otorga o no de forma directa la felicidad… Pero claro, si naces y seguidamente mueres, o si no llegas a los tres años de vida por la ausencia absoluta de medicamentos o de sistema de salud público, vaya si influye esto en tu propio proyecto vital…
Pero si esto era ya un tanto injusto, las cosas aún pueden evolucionar a bastante peor. Y es que, en mi opinión, el nuevo mundo que estamos dibujando a marchas forzadas, viento en popa a toda vela y sin demasiada contestación va a abundar mucho más en todo ello. En una brecha social sin precedentes, con una nueva revolución tecnológica, ya muy vigente, que es verdad que está abriendo las puertas a un verdadero mundo de oportunidades... pero solamente para unos pocos. Y, mientras, con la mayor parte de la Humanidad asistiendo como convidada de piedra a una serie de cambios profundos que, sin duda, pondrán en peligro aspectos como la praxis democrática —ya muy deteriorada en la práctica— o incluso la propia libertad. Aunque, y esto nunca deja de ser paradójico, muchos de todos estos cambios que conducen a menos libertades reales se hagan, precisamente, en nombre de tal libre albedrío...
Son tiempos en los que triunfa un discurso casi nihilista en la forma pero que, en realidad, contiene una enorme carga de apuesta por tal sociedad segmentada y rota. Se esgrime la bandera de la libertad para adoptar decisiones económicas, sociales y políticas que redundan en un espacio de lo público cada vez más desprovisto de contenidos reales, en un esquema que progresa en el planteamiento económico neoliberal y produce una concentración del poder real —mucho más allá del político— que verdaderamente mete miedo, promoviendo un pensamiento único e intolerante con todo lo que suene a diferencia y relegando al conjunto de la ciudadanía a un rol de consumidor de bienes, servicios y experiencias. Una intolerancia que ni siquiera debe concretarse en acciones agresivas concretas para producir consecuencias, ya que tiene la capacidad de invisibilizar todo aquello que no convenga, eliminándolo así de la agenda pública y social. Algo que siempre existió pero que ahora, en un mundo más global y virtualizado, se evidencia mucho más.
Muchos de los hechos recientes en el mundo económico y tecnológico pueden ser leídos en tal clave. Y, en particular, el intento del ya propietario de X de comprar ChatGPT forma parte de ese movimiento de concentración planetaria de dicho tipo de recursos críticos. Lo mismo que las recientes decisiones de otros magnates propietarios de lo que son ya verdaderos medios de comunicación e influencia global, como Instagram o Facebook, ahora en una línea editorial menos rigurosa y más proclive a la posverdad. Todo vale para concentrar el poder, para convertir estas plataformas en verdaderos gigantes sin contestación y donde quepa un poco de todo, presentándose incluso como un remedo de alternativa al conocimiento más clásico, que por estar sometido a un rigor y a necesarios controles se ha convertido ya hace tiempo en algo mucho menos atractivo para cada vez más personas, atrapadas en hábitos y puntos de vista más de experimentar y menos de comprender. Una deriva catastrófica...
Y es que uno de los corolarios inmediatos de todo este proceso es un ataque sistemático y planificado al conocimiento científico y vertebrado, ejecutado desde múltiples foros que confunden heterodoxia con ignorancia supina e interesada, y que hace un daño enorme ya no en términos de saber, sino de destrucción de cualquier cosa parecida a un esquema colectivo. Se intenta desplazar así la ciencia normal o paradigmática por una ocurrencia, algo contado con gracia o lo avalado por el poder mediático o por el griterío de una mayoría errada. Con todo, el caldo de cultivo ideal para abordar también la demolición de planteamientos consolidados y que obtuvieron grandes consensos, como los relativos a los derechos humanos o a los derechos socioeconómicos de las personas... ¿Piensa usted que no? Analice las declaraciones y últimos movimientos de la Administración Trump en relación con la multilateralidad y saque sus propias conclusiones...
Así las cosas, no se trata de renegar de los avances tecnológicos de nuevo cuño, pero sí de advertir que los mismos sólo tendrán un impacto positivo para el conjunto de la Humanidad si su concurso no es sinónimo de mayor concentración del poder, de la riqueza y de la capacidad para generar barreras, precisamente, en torno al acceso a la propiedad, el diseño y la operación de tales nuevos instrumentos de comunicación, gestión, operación y relación... Ese no es el camino que se está tomando hoy. Más bien, queridos y queridas —y se lo digo apenado—, parece el contrario... ¿Sí o no?
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