Opinión | Crónicas galantes

La inteligencia viene de Oriente

Cuantas más burradas dice Trump, más inteligencia demuestran los chinos. Hasta ahora se les tenía por meros copiones, pero lo cierto es que acaban de idear una inteligencia artificial —DeepSeek— que compite ventajosamente con las de Estados Unidos. No digamos ya con la inteligencia natural de sus gobernantes.

El liderazgo de la economía en el mundo ya casi lo están alcanzando los herederos de Mao, pero ahora han dado un salto cualitativo al dotarse de una capacidad de innovación solo al alcance de los imperios. A fin de cuentas, la China imperial nacida con la dinastía Qin le lleva más de dos mil años de ventaja al imperio americano.

Aun así, a los chinos se les venía reservando un papel subalterno de imitadores, que tal vez se ganasen a pulso. Primero fue la China nacionalista de Chiang Kai Shek la que en su día hizo famoso el arte de la copia mediante los productos Made in Taiwán. Después, la China fundada por Mao Zedong copió a su vez los métodos taiwaneses, solo que a mucho mayor escala. El mundo se convirtió en un gran bazar oriental.

Sin más que abrazar el credo del capitalismo sin fronteras, la República Popular, oficialmente comunista, consiguió que todas las grandes industrias occidentales asentaran sus fábricas en China. Incluidas las estadounidenses, por supuesto. Allí se fabrican ahora vaqueros Levi’s, teléfonos Iphone, coches eléctricos de Tesla, zapatillas Nike y cualquier producto que uno pueda imaginar.

Cae de cajón que la arribada de esas y otras muchas marcas a su territorio ha permitido a los chinos hacer un curso de tecnología a domicilio, sin necesidad de recurrir al viejo espionaje industrial.

Se han limitado a inspirarse —digámoslo así— en los avances de Occidente para mejorarlos a continuación, con resultados tan notables como el de su flamante DeepSeek. Una inteligencia artificial que en su estreno sembró el pánico entre los accionistas de las grandes tecnológicas USA.

Nada tiene de raro. En China ya se había inventado hace milenios la pólvora, el papel y la tinta, entre otros hallazgos que dan cuenta de su ingenio. Ahora no hace otra cosa que recuperar aquella vieja inventiva, ayudándose de la tecnología que el competidor puso en sus manos al trasladar sus fábricas a Pekín, Shanghái y por ahí. No solo se trata de que sus trabajadores sean más baratos, como pudo parecer en un principio. Más que los bajos sueldos, importa su cualificación y, desde luego, su notable productividad. Además de trabajar como chinos, son gente que aprende rápido, según acaban de advertir, algo consternados, los magnates que rodean al presidente de Estados Unidos.

Por si eso fuera poco, los dirigentes de la República Popular acaban de encontrar un filón en Donald Trump, sujeto de conducta errática que ha vuelto a gobernar el imperio en declive. Con un enemigo así, no hay que recurrir a los amigos.

Para ir abriendo boca, los chinos ya han creado su propia inteligencia artificial. Aunque el dato de que le hayan puesto nombre inglés sugiere que todavía le queda mucho recorrido al único imperio realmente existente. De momento, seguiremos hablando en spanglish y celebrando el Black Friday.

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