Opinión | La suerte de besar
¿Quién soy?
Una amiga me preguntó el otro día en qué momento ella había dejado de ser la que fue, la que se gustaba a sí misma y la que disfrutaba con casi todo. Entre tanto ajetreo, responsabilidad y opinión ajena se había perdido a sí misma. Hablamos de ello mientras mirábamos fotos de cuando éramos jóvenes y las comparábamos con cómo somos hoy. Ambas nos veíamos más viejas de lo que, realmente, sentimos que somos. Mujeres de 52 años, que se sienten en la treintena, que derrochan energía y que siguen creyendo que pueden reinventarse en cualquier momento. Observamos nuestros cuerpos en las imágenes y nos percibimos más gordas. ¡Maldita sea! Creíamos que estábamos más delgadas, esbeltas y estilizadas. Los selfis son armas que carga el diablo.
Mi amiga y yo nos preguntamos si somos lo que realmente queremos ser o si somos lo que los demás han querido que seamos. Hablamos sobre nuestra infancia, sobre los recuerdos que tenemos. ¿Somos esos recuerdos que asumimos como propios o somos lo que describen y rememoran nuestros padres? Tanto ella como yo coincidimos en que no nos reconocíamos en muchas de sus descripciones. «Mi padre decía que hablaba demasiado», me contó. Y yo siempre tuve la sensación de que no podía sincerarme con nadie de mi familia», prosiguió. Me dijo que hoy se desvela por las noches y que da rienda suelta a pensamientos repetitivos, negativos y derrotistas. ¿Somos esa forma de pensar? ¿O somos esas mujeres que, después de hacer deporte, nos sentimos relajadas y derrochadoras de serotonina? ¿Con qué fémina nos identificamos más? ¿Con la perfeccionista que necesita tenerlo todo bajo control y que se flagela por cualquier equivocación o con la que baila desnuda delante del espejo y canta canciones de los 90 antes de meterse en la ducha? Somos todas ellas. Somos nietas, madres, amantes, amigas, hermanas, parejas, jefas y subordinadas. En cada una de estas facetas actuamos de forma diferente, pero ¿en cuál de ellas podemos desarrollar más nuestro potencial? ¿En cuál de ellas conectamos con nuestra esencia?
Ni mi amiga ni yo queremos que nuestros pensamientos nos definan. Tampoco queremos ser lo que los demás opinan sobre nosotras. Recordamos cómo nos marcaron los profesores que dijeron que lo nuestro no eran las Matemáticas ni la Física. Sus sentencias de ayer condicionaron lo que somos hoy. ¿Hasta qué punto define nuestra personalidad que nos digan que podemos con todo o que somos débiles y vulnerables?
Esa noche también hablamos de amor. De la amante que fuimos al enamorarnos por primera vez. De cómo nos entregamos y amamos a bocajarro y de cómo disfrutamos de la inocencia de que quien cree que nadie puede hacerte daño. ¿Seguimos siendo esas mujeres o nos hemos convertido en señoras experimentadas, con mayor conocimiento, pero con más corazas y poseedoras de verdades absolutas? Mi amiga siente que no es buena pareja porque su marido se ha encargado de repetírselo tantas veces que ha llegado a creérselo. Mentira.
La verdad es que es una valiente que ha decidido aceptar que hoy es el resultado de todas las mujeres que ha sido durante su vida. Y que sólo integrándolas a cada una de ellas será capaz de conectar con su esencia. Fue una noche profunda (y un poco etílica), pero valió la pena.
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