Opinión | Artículos de broma
El ala oeste de la lucha libre
Cuando terminó el zarandeo público del presidente y el vicepresidente de los Estados Unidos al presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, en el callejón oscuro del Despacho Oval de la Casa Blanca a la luz del mundo, Donald Trump dijo: «esto va a ser un gran programa de televisión».
Con ese comentario ¿Trump estaba quitando importancia política a su destrucción pública del libro de urbanidad de la diplomacia internacional o estaba elevando su acto político a la máxima categoría populista qué sería un buen programa de televisión? Es imposible saberlo, pero Trump no llegó a la política por su fama de ruinoso constructor y hotelero sino por sus actuación en un reality show en el que interpretaba al empresario agresivo que es y convertía en espectáculo de masas el despido humillante. Es posible que no distinga la frontera entre un espectáculo de realidad y la realidad como espectáculo, algo peor para un presidente —como habrá ocasión de comprobar— que tropezar subiendo escaleras al Air Force One.
Antes de esa ambigua coda tuve la sensación de estar viendo un programa de televisión en las anticéfalas (las antípodas de la cabeza) de El Ala Oeste de la Casa Blanca, aquella magnífica ficción sobre un presidente Estados Unidos y premio Nobel de Economía, aunque se partiera de la escena más mala del peor capítulo de la temporada más floja.
El programa a la vista elevaba la diplomacia internacional un combate de lucha libre, esas pantomimas de forzudos vestidos de superhéroes borrachos en Las Vegas, en el que dos gigantones atacan a la vez a un tipo bajito vestido de militar. Era uno de los combates clásicos de World Wrestling Entertainment (WWE), empresa que ha sido de las grandes financiadoras de la campaña de Donald Trump, quien, en agradecimiento, ha nombrado secretaria de Educación (encargado de asesorar al presidente sobre políticas educativas) a la milmillonaria de la lucha libre Linda Marie McMahon. La diferencia es que en la lucha libre se impone el final feliz de la victoria de David porque no es la realidad, ni reality, sólo es show. Educativo, por lo que vemos.
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