Opinión | Crónicas galantes
Tenemos un Gil al mando
Aunque más rubio de pelo y anaranjado de piel, Donald Trump es una imitación mucho menos divertida del moreno Jesús Gil y Gil. A las jóvenes cosechas de españoles no les sonará probablemente el nombre de este último, que fue famoso alcalde de Marbella y presidente del Atlético de Madrid. Pero eso no le quita mérito.
Gil fue uno de los primeros políticos en practicar con éxito el populismo, mucho antes de que Podemos y Vox lo pusieran de moda en España. La fórmula triunfa ahora, a mayor escala, en otros países del mundo, incluyendo a los mismísimos Estados Unidos que ejercen el papel de potencia imperial. Pocas bromas, pues, con el asunto.
Compartieron el finado Gil y el anciano Trump el oficio de promotores inmobiliarios, aunque los parecidos razonables van más allá de eso.
El alcalde marbellí consiguió fama y votos gracias a su constante presencia en la tele, donde llegó incluso a presentar un programa. Nada distinto de lo que hizo años después el actual presidente americano, que igualmente fue anfitrión de un concurso de telerrealidad –“The Apprentice»- en el que se dedicaba a despedir gente. Más o menos lo que está haciendo ahora con miles de trabajadores públicos de su país.
Tanto Gil con sus «Noches de Tal y Tal» como Trump con «El aprendiz» obtuvieron grandes cifras de audiencia. Hay que decir que el español tenia más gracia presentando su programa desde un jacuzzi en el que lanzó su candidatura a la alcaldía de Marbella, rodeado de chicas de muy buen ver.
A Trump le favoreció, ciertamente, el auge de las redes sociales, que no existían en los años noventa. Si su inspirador Gil tenía que limitarse entonces a la tele, el increíble hombre naranja se ha ayudado -y mucho- de esas alcantarillas de internet para conseguir, por dos veces, la jefatura del imperio.
De hecho, el presidente fue un compulsivo usuario de Twitter, que abandonó para crear su propia red de bulos bajo el desconcertante nombre de Truth (Verdad, en castellano). Después de todo, también los dirigentes soviéticos bautizaron como Pravda (La Verdad) a su principal diario de propaganda. Es sabido que los extremos se tocan.
Gil y Trump se parecen también en los indeseados tratos con la Justicia que uno y otro tuvieron. Los dos fueron condenados por diferentes delitos, si bien el americano tuvo más suerte con la pena impuesta por el juez. Aun así, es el primer presidente convicto que ha entrado en la Casa Blanca.
La diferencia entre estos dos campeones de la demagogia estriba sobre todo en el muy diferente alcance de su poder. Gil lo ejerció en el limitado ámbito de una alcaldía y tan solo obtuvo un 0,31 por ciento de los votos cuando presentó lista a las generales. Trump, como se sabe, ganó por dos veces la presidencia de Estados Unidos.
Cada uno a su manera, los dos triunfaron gracias al uso y abuso del populismo, técnica que consiste en halagar a las clases menos instruidas para cosechar sus votos. Inesperadamente, un gil émulo de Gil ha obtenido por ese método el cargo de emperador del mundo. Nos copian todos los inventos.
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