Opinión

Siro en su salsa

En menos de un año el artista Siro ha tenido dos exposiciones en la ciudad de Hércules; una en el Kiosko Alfonso, de la que di cuenta en este diario, y ahora en Afundación promovida por el Parlamento de Galicia. La razón de esta última la explicaba el propio Presidente el día de la inauguración: Siro es el cronista no oficial de la vida política de la Transición. Aunque ya era sabido y demostrado venía a cuento lo dicho por la autoridad política más representativa. 

La trayectoria de nuestro dibujante arranca en Ferrol desde su empleo de delineante de barcos. La casualidad o el destino desconocido hasta entonces por Siro y relatado por él mismo le llevó, de una broma repetida de caricaturas a colegas de oficina, a oficiar como decía, de cronista de la actualidad política desde las páginas de La Voz de Galicia gracias a la propuesta de su presidente que vio en Siro un talento de humor apenas esbozado. El artista en ciernes aceptó el reto, ciertamente exigente, de hacer una caricatura diaria del acontecer político más relevante. Enseguida la agudeza y humor del dibujante de barcos se hizo al mar proceloso, no de Neptuno sino de Maquiavelo made in Galicia interpolando sutilezas al estilo de Julio Camba e ironía y esperpento del Quijote. Ahí están esas caricaturas y viñetas resaltando el otro perfil de los personajes que interpretan aquí su papel, en clave cómica. 

Siro López

Siro López / Cabaar / EFE

La delgada línea roja entre la crítica y el humor, la crónica y la comedia, la supo tensar Siro con indudable maestría y mérito. No es fácil ese equilibrio de trazos para transitar entre la burla y la bufonada, a no ser que el artista, como el que nos ocupa, sepa retratar personajes con una mezcla de Tintín y Mortadelo para al cabo no ofender. Por algo todos se sienten complacidos al verse alguna vez con papel simpático en el sainete de la política que reescribe Siro. El primero en aceptar el personaje de la viñeta fue Fraga que lejos de enojarse al verse con la gaita siempre a cuestas, sin saber tocarla, coleccionaba las tiras cómicas con innegable satisfacción. De broma y de veras el político de Villalba fue acaparando prota- gonismo tanto por su actividad como por la sobreabundancia de gestos y expresiones explosivas que Siro desactivaba al día siguiente mediante la caricatura. Uno y otro, tan distantes ideológicamente, se sentían conectados por la fiebre del sábado noche de la política de cada día. Desde la primera legislatura podemos ver a los protagonistas de la jornada repitiendo el gesto con dibujo en tinta china. Un Fernández Albor despistado, un Xose Luis Barreiro al loro de todo y un Román Beccaría gobernando en la sombra, Fernández Laxe en el regazo del rey como un niño posando sobre las rodillas de un Rey Mago. 

Luego los bailes del bipartito y no digamos el fangoso baile de la marea negra que para Rajoy era un charquito. Y la andanzas de Cuiña hasta que cayó tanto por su culpa como por zancadillas. No falta Beiras comiendo amigablemente con Fraga o haciendo puenting, No falta el sempiterno alcalde Vázquez reclamando la capitalidad espido y en muchos otros lances como posando en la misma cama con Fraga. Todos quedaban halagados con la broma y deseaban verse retratados de nuevo, a excepción de una edil de Santiago que no entendió el chiste y se ofendió… Peor para ella, pues se ahogó en el tintero de Siro para siempre. 

En fin, sería largo describir lo que al alcance de todos ahora está de nuevo visible. Se dice que no hay nada más viejo que el periódico de  ayer, pues bien las caricaturas de Siro resucitan en la sala de exposiciones de Afundación donde algunas siluetas de dibujos a tamaño natural se tambalean (otro símil cómico, casual? de la política).

Y sobre todo, en el grueso bloc de dibujo deshojado, podemos ver a un artista dominando el trazo, logrando fisonomías, posturas, gestos y ademanes con el virtuosismo de un profesor avezado y a mayores académico de la sonrisa. Que Siro es un artista con mayúscula no hace falta que yo lo diga; en el Kiosko Alfonso se nos mostró pleno de creatividad y color con obra para enmarcar y para demostrar que cada vez que coge el lápiz o el pincel se lo toma muy en serio. No se me olvida el cuadro-ca- ricatura de Rosalía, como no debo acabar esta crónica sin mencionar el rastro de Castelao en su obra.

Para ir terminando diré que Siro nos contaba en la visita guiada que intentaba mirar más allá de Fraga cuando a diario le tocaba resumir el ruedo ibérico-gallego, algo ciertamente difícil por la hiperactividad y gestualidad del susodicho. Pues bien, en un alarde de dibujante vir- tuoso nos lo retrata a caballo con el atuendo del Conde Duque de Olivares al que caricaturizó Quevedo con su afilada pluma, costándole la cárcel en León, en el mismo edificio —hoy Parador— donde recientemente me alojé como un marqués. A Quevedo la caricatura le llevó a la cárcel; a Siro le montan una ex- posición. Algo vamos mejorando.

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