Opinión | Mujeres
Por qué celebramos el 8-M
El año pasado, durante la celebración institucional del Día de la Mujer en la Real Casa de Correos, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se preguntaba cuándo se celebraría el Día del Hombre, si era necesario hacerlo y cuál era la necesidad de organizar grandes movilizaciones reivindicando los derechos de unos o de otros. No es la primera ni será la última que lo planea y no está de más darle una vuelta a esa reflexión.
Para empezar, no sabía la presidenta madrileña, y tampoco lo sabíamos muchos otros, que los hombres también tienen su día. El Día Internacional del Hombre se celebra el 19 de noviembre, desde 1992, por iniciativa del Centro de Estudios Masculinos de la Universidad de Missouri-Kansas, en Estados Unidos, con el objetivo de promover modelos masculinos positivos, hábitos y políticas para mejorar la esperanza de vida de los varones, para reducir los índices de suicidio entre ellos, reconocer su contribución a la sociedad, reducir las brechas de género, etc. No ha llegado a alcanzar mucho predicamento, dicho sea de paso. Más éxito ha tenido el movimiento Movember, que empezó en Australia ya entrado el siglo XXI, y que ha conseguido que muchos hombres se dejen bigote durante un mes, en un gesto de apoyo a la lucha contra enfermedades masculinas como el cáncer de próstata y de testículos.
Los hombres tienen su día, las mujeres el suyo; evidentemente, la implicación y la movilización están muy lejos de ser las mismas en uno y otro caso. Alguna razón habrá para ello. Hay quienes, malévolamente, atribuyen el empuje del 8-M al «lobby» feminista. Suelen ser los mismos que insisten en señalar y hacer sangre con la fractura de ese movimiento, que, por su propia naturaleza, tiene importantes disonancias internas. Desde luego, el 8-M no habría llegado tan lejos, al menos en España, sin el apoyo político e institucional, pero el hecho es que son las propias mujeres, con su descontento por su situación o el de otras congéneres, las que sostienen en la calle y en los espacios públicos las movilizaciones en torno a esa fecha reivindicativa. Lo hacen unas veces con más brío que otras, pero las han sostenido varias generaciones, desde 1911 y con el respaldo de las Naciones Unidas desde 1975, hace ya 50 años. Con más urgencia y gravedad, dependiendo de cada momento histórico. Los avances en igualdad y los logros que damos por sentado son el resultado de mucho tiempo, esfuerzo y sacrificio. Son recientes y es pronto para darlos por sentados. El 8-M es una fecha para honrarlos y para renovar el compromiso con ellos. n
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«Los hombres tienen su día, las mujeres el suyo; la implicación y la movilización están muy lejos de ser las mismas en uno y otro caso»
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