Opinión | La espiral de la libreta
Un brindis por Xabier Fortes
Cuando éramos pequeños, en las mañanas dominicales de la infancia, nuestro padre solía poner zarzuelas en el tocadiscos. Vinilos a todo meter. Es por eso por lo que recuerdo o reconozco algunas tonadas del género chico, algún estribillo como el de la canción Las espigadoras, de La rosa del azafrán: «Ay, ay, ay, ay, qué trabajo nos manda el Señor, levantarse y volverse a agachar, todo el día a los aires y al sol». O el dúo de Ascensión y Joaquín en las voces de Teresa Berganza, mezzosoprano, y Antonio Blancas, barítono: «Hace tiempo que vengo al taller, y no sé a qué vengooooooo».
El caso es que estoy como Joaquín, el oficial mecánico de La del manojo de rosas, sainete lírico en dos actos, algo desnortada, sin saber bien cómo he venido a dar aquí, a las páginas de televisión, cuando una servidora la ve tan poco. Miento (como casi todos). Durante la cena, zapeo un rato como títere sin cabeza, sin rumbo ni estrategia, como un saltador de pértiga que pasa del cachondeo de La revuelta al alegre fornicio de La isla de las tentaciones sin detenerse demasiado en nada. Solo encuentro acomodo en La noche en 24 horas, de Xabier Fortes.
«Conduce un debate sosegado donde los contertulios saben de lo que hablan y bajan al barro, sí, pero si han de pisarse el callo, lo hacen con elegancia»
El pontevedrés conduce un debate sosegado donde los contertulios saben de lo que hablan y bajan al barro, sí, pero pertrechados con escobas; si han de pisarse el callo, lo hacen con elegancia. Las ocasiones en que el periodista lleva al plató a expertos en historia contemporánea son para mojar pan. Suele navegar sus noches con tranquilidad, ponderación y sentidiño, aunque el otro día, desde su cuenta de X, le arreó una colleja a Ione Belarra a cuenta de sus declaraciones en el Congreso de los Diputados («los gallegos no tienen fama de graciosos») durante la comparecencia de Mariano Rajoy en la comisión de investigación sobre la Operación Cataluña.
«Ya no sé si soy gallego o no, si tengo gracejo o no, si subo o si bajo... ¿De verdad que aún estamos con esto?», posteó el admirado Fortes.
De ahora en adelante, pues, habrá que ponerse las pilas catódicas. Por de pronto, voy repescando en internet viejos artículos de Eduardo Haro Tecglen (1924-2005), pellizcos de aquella mítica columna que escribía en El País bajo el epígrafe Visto/oído.
A ver si se me pega algo por pura ósmosis. Un adjetivo, una óptica de gran angular, una frase como las que acostumbraba el maestro: «No soy hombre de banderas, ni emblemas, ni marchas o uniformes, pero respeto a los que tienen».
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