Opinión | La pelota no se mancha

El día de la marmota, la croqueta y el VAR fantasma

José Ángel en el Castellón-Deportivo

José Ángel en el Castellón-Deportivo / LOF

Dos minutos de un Castellón-Dépor y ya es todo un déjà vù, recobrar de una manera instantánea todo ese vértigo, esa inquietud vital ante cada ataque, cada balón dividido. Presión sin vuelta, faltas a destiempo, pases sin mucho futuro que cobran sentido, marcajes individuales, jugadas de unos segundos... La sensación de ahogo es infinita e imposible de regatear. Quiso Yeremay parar el tiempo, que las aguas se abriesen ante él y lo logró, sin duda, en la jugada del gol. Fue la sutileza personalizada, mientras silbaban las balas. Una exquisitez en el medio de un tsunami. Puro fútbol sala, con un par de croquetas. Ese 0-1 y toda la historia reciente con color blanquiazul parecían abrirle el partido al Dépor. No le duró nada ese alivio, esa perspectiva, porque se dejó avasallar, se dejó imbuir por la avalancha de cada partido con el Castellón. No es sencillo librarse de esa sensación tan pegajosa, tampoco le ayudaron los innumerables resbalones, la permisividad del colegiado. ¿Qué hizo en el 1-1 con el VAR? Pero el Dépor no fue él, no impuso lo que necesitaba. A Soriano y a Genreau se les vio superados. Y así el Castellón es mortal, es como una apisonadora, aunque Mella tuviese dos mano a mano que pudieron desequilibrar antes del descanso. En la segunda parte no hubo perdón del equipo de Plat y Pablo Vázquez rescató el punto. Ese vaivén tras el intervalo permitió bajarle revoluciones al duelo, que el Deportivo se calmase, se encontrase. Aún seguía aturdido y, tras el meneo del Castellón, le seguía faltando fútbol. Cuando no se puede ganar, al menos respirar y puntuar.

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