Opinión | Inventario de perplejidades
Lo que hace el hombre más rico
Cuando los pronósticos sobre el clima eran relativamente confiables, opinar sobre la evolución de los fenómenos atmosféricos era un recurrente tema de conversación entre la ciudadanía, el campesinado y la marinería, que es tanto como decir la entera humanidad. Y es este un tema que no se agota nunca.
Hablar del tiempo, cuando ya se han tocado todas las teclas del interés humano (incluidos el fútbol y la política), llegó a convertirse en un arte. Al menos, eso hicieron decir Oscar Wilde y Bernard Shaw a algunos personajes de sus divertidas obras de teatro.
Desde Atapuerca, y aún antes, los humanos, en distintos grados de evolución, han acompasado su existencia a la sucesión de fenómenos atmosféricos que condicionaban su forma de vivir. Y en esa capacidad de adaptación inteligente (de subordinación diríamos mejor) a las condiciones que nos impone la Naturaleza íbamos construyendo esas muestras del ingenio humano que llamamos civilización. Un camino largo y trabajoso que, seguramente, concluirá con la desaparición de la pretenciosa especie que cree haber alcanzado el grado de madurez intelectual necesario para no equivocarse a la hora de escoger lo bueno en vez de lo malo, en cuanto lo dejen solo ante el famoso árbol al que alude la Biblia para escenificar el eterno dilema.
Hasta que llegaron Trump y sus multimillonarios «tecnológicos», entre los que destaca Elon Musk, que pasa por ser el hombre más rico del mundo y posiblemente también el más tonto por la cantidad de disparates que ha dicho y hecho en el corto espacio de 24 horas. Tiempo que aprovechó para poner de patitas en la calle a lo más experto y preparado del funcionariado norteamericano, utilizar las instalaciones de la Casa Blanca para promocionar la venta de automóviles de su marca, o permitir que uno de sus hijos pequeños (tiene trece reconocidos) se ponga a jugar debajo de la mesa del despacho de su abuelo. Todos esos disparates, y algunos más, provocaron un bajonazo en la cotización bursátil de su oceánico paquete de acciones.
Desconozco a qué puesto habrá descendido el señor Elon Musk en la clasificación de grandes fortunas después de este desgraciado inicio en sus responsabilidades. En cualquier caso, no se desanime, a veces ocurre que el hombre más rico del mundo no es necesariamente el más inteligente.
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