Opinión
Jamás podremos creernos ya lo de «valores europeos»
Con los últimos bombardeos de la franja de Gaza, en total violación de la tregua acordada con Hamás y, para más inri, en pleno Ramadán, Israel ha vuelto a demostrar lo que es: un Estado abiertamente genocida.
Un Estado que perpetra ante los ojos del mundo la más cruel de las limpiezas étnicas contra una población civil en un territorio ilegalmente ocupado y que utiliza para ello el poderoso material bélico que le suministra Estados Unidos.
Porque no nos engañemos: el Estado sionista no podría estar haciendo lo que hace desde su misma fundación por la ONU en 1948 sin la complicidad de Estados Unidos, país cuyo Congreso está «untado» por el poderoso lobby judío allí imperante.
No culpemos por tanto sólo a Donald Trump de lo que ocurre en Palestina: responsabilicemos también a todos cuantos le precedieron en la Casa Blanca —republicanos y demócratas— y no dejaron un momento de apoyar militar y también diplomáticamente en la ONU al Estado judío.
Culpemos asimismo a la Unión Europea, sobre todo a la Comisión que preside Ursula von der Leyen y a países como Alemania, el Reino Unido o Francia, entre otros, que mientras no perdieron tiempo en sancionar a Rusia por la invasión de Ucrania, no han dicho una sola palabra sobre las invasiones, igualmente ilegales, que Israel lleva a cabo en los países vecinos como el Líbano o Siria.
Una Unión Europea cuyos miembros son sólo capaces, en el mejor de los casos, de meras condenas retóricas de los bombardeos de la población gazatí, de la suspensión de toda la ayuda humanitaria a la Franja, o los continuos asesinatos de civiles en la Cisjordania ocupada.
Y ello sin que se les ocurra declarar al responsable como un Estado paria, totalmente al margen del derecho internacional, al que habría que castigar inmediatamente con todo tipo de sanciones.
Responsabilicemos también a sus cobardes vecinos árabes, dictaduras o monarquías feudales cómplices indirectos también de un genocidio que hace hervir de rabia e impotencia a sus oprimidas poblaciones.
Pero sobre todo, como ciudadanos de la humanista Europa que somos, que no vengan nuestros gobernantes a llenarse una vez más la boca con palabras como «valores europeos» mientras jueces y policías condenan o detienen a quienes protestan indignados en calles y universidades contra ese genocidio.
Tal vez sea duro decir esto, pero con su criminal comportamiento, totalmente al margen de la legalidad internacional, el Estado judío ha perdido su razón de ser, al menos su razón moral.
Y a su actual primer ministro, Benjamín Netanyahu, criminal de guerra, sólo hay que desearle que si existe la Gehena, de la que habla también la Biblia hebrea, se vea castigado allí eternamente.
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