Opinión
Siete mil doscientos noventa y uno
Hay palabras que pueden perseguirte toda la vida. A Isabel Díaz Ayuso la perseguirá hasta el fin de sus días una cifra: 7.291. Un excelente documental en el quinto aniversario del holocausto en las residencias de mayores en Madrid ha terminado de fijar el número mítico. Para intentar escapar de la fatalidad de esta cifra, Ayuso y su maquinaria de propaganda han intentado esconderla, manipularla y hasta sustituirla por otra menor, pero ha sido en vano. Porque, tal como se detalla en el sencillo y demoledor reportaje de Juanjo Castro, entre marzo y abril de 2020 fallecieron en las residencias de la Comunidad de Madrid 9.470 personas, de las cuales 7.291 no fueron derivadas a ningún hospital y, por lo tanto, abandonadas a su suerte. En pocas semanas, murió en Madrid casi el 20% de los residentes, una cifra monstruosa que doblaba la media del resto de España. ¿Cómo fue posible esta atrocidad? De entrada, porque la gente mayor que ingresa en residencias son vulnerables, y la pandemia se ensañó con ellas por su dependencia y fragilidad. Pero en Madrid la tragedia alcanzó cotas dantescas por razones ideológicas: un gobierno neoliberal había ido privatizando casi la mitad del parque de residencias, con el consiguiente déficit de atención y cuidado de los abuelos. La pandemia fue terrible en todos los sitios, pero en Madrid se encontró además con servicios públicos deliberadamente debilitados para beneficiar al sector privado y unos centros de acogida que habían sido convertidos en negocio, donde la atención era vista como un engorro.
El último factor devastador fue el de la desinformación y manipulación, que sigue a día de hoy. Tras su victoria electoral, Ayuso desmontó la comisión de investigación, y empezó una campaña (en medios amigos) para hacer creer que las cifras eran inventadas y destinadas a perjudicarla. Mientras Ayuso ha intentado presentarse como una mártir, la única realidad es que no solo ha sido incapaz de visitar y homenajear a las víctimas como se merecían, sino que encima ha deshumanizado a los familiares y los ha señalado como rivales políticos. ¿Les suena esta ruin estrategia? Es la que ha adoptado Mazón con la dana en Valencia, donde 219 personas fallecieron en pocas horas, probablemente todas antes de que la primera alerta llegara a la población. Mientras Valencia colapsaba, el presidente disfrutaba de una improbable y vergonzosa comida de más de seis horas, y sobre la cual se sigue contradiciendo a diario. Previamente, las políticas neoliberales de Mazón, destinadas a desmantelar el Estado de bienestar, se habían cargado la Unidad de Emergencias por el hecho de que había sido creada por el gobierno anterior. A continuación, promovió la desinformación, intentando sin éxito culpar a los medios y derivar responsabilidades hacia el Gobierno central. Estamos, pues, ante un idéntico patrón de comportamiento del PP ante las tragedias: políticas neoliberales trágicas, recorte de servicios públicos, negligencia, manipulación y, finalmente, deshumanización de las víctimas. En Madrid, una cifra grabada a sangre y fuego resonará como un recordatorio de lo que puede suceder cuando el PP gobierna con mayoría absoluta. Siete mil doscientos noventa y uno.
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