Opinión | Crónicas galantes

Manda huevos (a EEUU)

Faltan huevos allá por tierras de Clint Eastwood y John Wayne, cosa algo paradójica pero fácilmente verificable. Por seguir con los chistes fáciles, cuesta un huevo (es decir: entre seis y nueve euros por docena) la compra de ese producto básico en los súper de Estados Unidos, país donde se consumen hasta en el desayuno.

Muchos de los que votaron a Donald Trump —y de los que lo admiran por aquí— valoraban que el emperador reincidente prometiese echarle huevos a los problemas del imperio y del mundo en general. Pero lo cierto es que en sus dos primeros meses de gobierno se ha desatado una escasez sin precedentes de este alimento, con la lógica subida de su precio. Mal empezamos.

Cuentan los noticieros que la gente se pelea por los huevos en los supermercados, una vez que estos decidiesen racionar las ventas a sus clientes. Esto de imponer el racionamiento era más bien hábito de los países comunistas y de la España de Franco, pero se conoce que también puede ocurrir cuando llega un Trump cualquiera a ponerle límites y aranceles al libre mercado.

Para ser justos, la culpa no es de Trump, aunque él se la hubiera cargado a cualquier otro presidente que estuviese en su lugar. La causa de la escasez y carestía de los huevos se debe a una epidemia de gripe aviar que obligó a sacrificar decenas de millones de gallinas en USA. Los precios se dispararon, lógicamente.

Lo más curioso es que, ante la gravedad del asunto, las autoridades estadounidenses estén tanteando a varios países europeos —entre ellos, España— con la esperanza de que les ayuden a paliar estas carencias. Tras amenazar a la Unión Europea con todas las penas arancelarias del infierno, a Trump no le queda otra que negociar con ella los huevos que le faltan.

Infelizmente, Europa sufre también problemas —si bien no tan agudos— con la gripe aviar. A ello hay que sumar las dificultades de transporte que plantea un producto tan frágil como el huevo, que exige estrictos controles de temperatura y tolera mal los largos viajes marítimos. Y enviárselos por vía aérea encarecería hasta límites antieconómicos la exportación de esa delicada mercancía, como es natural.

Aun así, los europeos podríamos adoptar una inteligente actitud humanitaria para congraciarnos con Trump mediante el envío a Ultramar de los huevos que nos sobran, aunque no sean muchos. Quizá eso aplacase un poco el mal genio del emperador, que no para de declararnos la guerra —comercial— a sus antiguos aliados.

El problema en lo que toca al caso doméstico de España es que aquí tendemos a copiárselo todo a los americanos: ya sea el Halloween, ya el Black Friday, ya las películas de Hollywood. Lo mismo empieza a pasar con el precio de los huevos, que subió entre un 10 y un 20 por ciento en el último año.

Cobra más sentido que nunca, en fin, el famoso «¡Manda huevos!» que pronunció años atrás el entonces presidente del Congreso, Federico Trillo, para regocijo de la Cámara. Acabaremos por mandárselos, de verdad, a los afligidos norteamericanos.

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