Opinión
El mundo está loco
Europa se rearma. Una victoria más de Donald Trump que viene exigiendo un esfuerzo económico en los países de la Unión. Las imágenes de los misiles en el espacio aéreo de Israel no son ninguna novedad. Desde Irak son imágenes que hemos naturalizado. Lo que no hacemos con tanta normalidad es preguntarnos cuál es el coste de estos juguetes tecnológicos que pueden llegar a ser —estos, sí— de destrucción masiva. ¿Qué cuesta un misil de esos que atraviesa el cielo e impacta a decenas, cientos o miles de kilómetros? Pues bien, los hay por todos los gustos. Un Hellfire, un misil suelo-aire, muy popular, tiene un coste de más de 100.000 euros por unidad. Es de los baratos. Un Tomahawk rebasa de largo el millón de euros. Son de un solo uso, por supuesto. De una sola manchada mortífera.
Hace unos días, el periodista Ricard Ustrell invitó a El Matí de Catalunya Ràdio a Javier Briones, jefe de la unidad de Hematología del Hospital de Sant Pau, con el Clínic, uno de los hospitales punteros en Europa en el desarrollo de la terapia CAR-T. Una sola inyección, con un coste farmacéutico de 300.000 euros que el Sant Pau ha desarrollado reduciendo el coste a 50.000 euros. Parece imposible, ciencia ficción. Pero una sola inyección cura el completamente el cáncer. En particular, los cánceres en la sangre. De una sola manchada. En Sant Pau viene gente de toda Europa para beneficiarse. Es su último cartucho, la última esperanza. Porque la terapia CAR-T solo se aplica cuando han fallado todo el resto de tratamientos. Por dos motivos, por su elevado coste. Y porque es un tratamiento todavía novedoso.
50.000 euros por inyección es mucho dinero. Y no lo hay, no al menos contra el cáncer. Pero si tenemos en cuenta que un Tomahawk cuesta 50 veces más y que se incinera de una manchada... Decía Napoleón que para hacer la guerra hacía falta tres cosas: «Dinero, dinero y dinero». Solo que una décima parte de estos fueran a la lucha contra el cáncer, la terapia CAR-T no sería el último sino el primer recurso.
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